Hoy me desperté con algo dentro, en el pecho,
algo a lo que solo le puedo llamar indignación. Indignación por lo que pasaba
en el sueño que tuve y que me despertó. No me acuerdo qué mismo pasaba, lo que
me acuerdo es que no tenía nada que ver con lo que iba a pasar. Era un sueño de
lo más común, con las cosas imposibles e incomprensibles que suelen pasar
siempre, cuando, de repente, por algo estaba yo frente a la tele y aparecía la
torre Eiffel. Ante mis ojos, sin aviso, la torre explotaba y sus pedazos salían
volando a kilómetros –algo que seguramente no podría pasar en la vida real, esa
explosión parecía en un modelo a escala y no en la de tamaño real–. Como es
típico en la televisión, pasaban la imagen una y otra vez, como para poder ver
bien qué mismo pasó. Sentía una especie de ira con la impotencia de no poder
hacer nada, de ver eso tan hermoso sufriendo algo tan terrible. Después,
pasaban a Roma –vía satélite, seguramente, no me acuerdo– y se podía ver cómo
se derrumbaba la basílica de San Pedro. Parecía como si alguien le hubiera
llenado de explosivos, los hubieran colocado en los lugares precisos, porque “implotaba”
casi sin ruido y se levantaba una polvareda. Parecía también como si hubieran
detonado todo debajo de la basílica porque los restos se hundían bajo tierra. Y
así, en un par de minutos, desaparecían dos monumentos grandiosos del mundo
occidental.
Lo que me extrañaba, dentro de todo el asombro
por el que pasaba al ver eso en la televisión, era la cámara inmóvil, ubicada
sospechosamente en el lugar preciso para captar la destrucción desde antes de
que pase. Las voces de quienes transmitían los desastres decían que tanto horror
era obra de terroristas y yo me moría de las iras al ver cómo se ensañaban con
obras maestras de la arquitectura y del arte. No me importaba que seguramente haya
habido mucha muerte en los atentados –entre ellos seguramente el Papa Pancho–.
Mi preocupación residía en los edificios, en el arte. La muerte ni se me pasó
por la cabeza en el sueño.
Es sólo un sueño, pero qué terrible sensación
la que me dejó. Supongo que las cosas que pasan en los sueños son tan reales
como la realidad mientras dura el sueño. O algo así era que decían en Inception,
aunque la verdad no sé si me estoy inventando, malinterpretando o simplemente
acordándome muy mal. Pero bueno, el resultado es igual: en el sueño muchos
murieron y yo ni pensé en ellos, yo sufrí por los hermosos lugares destrozados.
Sobre todo por el paisaje parisino, porque de una u otra forma estuve ahí.
Un alivio despertarme y sentir cómo la
indignación desaparecía, mientras mi mente trataba todavía de descubrir quiénes
eran los terroristas. Para mí que eran los de los noticieros, porque estaban
listos con sus cámaras.
ohhh qué sueño tan terrible!!! Pero qué agradable sensación despertarse y darse cuenta de que es un sueño y no es real. Como cuando uno despierta de las pesadillas, feliz de que sólo es un sueño. Parecía un sueño de película en todo caso.
ResponderBorrarYa ves qué sueños tan bobos tengo. Me gustan más esos en los que tocó con Fito Páez o converso con Peter Gabriel.
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