Ayer cambié de colchón. Lo hice porque el anterior ya estaba un poco -bastante- viejo y porque quería ver si los fantasmas se iban a la basura con el colchón viejo... Timing, perfect timing... yo no lo planeé así pero resultó ser el día más apropiado de la vida para este cambio. Al final, como siempre, la realidad me da un portazo que me deja sangrando, los ojos llenos de lágrimas y sin entender nada de nada. No quiero escribir mucho hoy, no sé si tenga las fuerzas, pero al menos quiero relatar los hechos. Fui a dormir con el nuevo colchón y me di cuenta que los fantasmas no habitaban en él. Dormí abrazado a un cuerpo que alguna vez tuve a mi lado, abrazado fuertemente, con una tristeza infinita porque ella ni cuenta se dio. En el sueño me vino a visitar y me dio un beso, nada más para que no me muriera... como siempre, lo consiguió. Ella siempre consigue lo que quiere. Despertaba a cada rato sin ganas de soltarla, mientras otros fantasmas esperaban su oportunidad para recrear viejos