Qué mejor que remojar el dolor en alcohol. Qué dolor no tener alcohol ahorita, aunque sea en soledad... Es de noche y hace frío. Acabó de llover y puedo ver los charcos por la ventana. El sillón de las posiciones descansa a mis espaldas y parece como si me mirara, tratando de hipnotizarme para que ceda al cansancio y me acurruque entre sus cojines. Hay niebla, mucha niebla pero estoy en casa y eso me hace sentir bien... relativamente. No quiero escribir, no quiero quedarme callado. Debería ponerme a responder un e-mail aunque en este estado no sería buena idea. Presiento el comienzo del final, tengo el disco casi listo, pero hasta ese asunto me da pereza. Realmente me siento detenido por la tesis. Si bien acabo de terminar las correcciones -al menos eso creo-, se me hace cuesta arriba la defensa y todo lo demás. Duele, todo duele. Las cervezas de hoy me hubieran ayudado. Quién sabe, tal vez hubiera llorado como en esas fiestas de Quito... Hubiéramos tocado unas bonitas balad