Igual que este gatito de Ivan Olsen Afuera es noche y llueve tanto... No, mentira, no es como en Por la vuelta , aunque sí llueve. Desde la ventana veo los charcos bailarines que reciben cientos de gotitas desde el cielo. Algunas gotas se cuelgan de los cables y tratan de hacer equilibrio, de agarrarse para no dar con sus sueños contra el asfalto mojado, pero irremediablemente caen y le dejan su lugar a otras gotas que se cuelgan igual, con el mismo miedo, con la misma esperanza, y que también se entregan luego a la fuerza de gravedad. Las hojas de la enredadera del muro del patio de la cocina parecen bares o cafeterías donde las gotas se reúnen fugazmente a conversar, a divertirse, a enamorarse, a despedirse. Saltan como un ring, las hojas, gracias al golpeteo incesante de la lluvia, como si les doliera el agua que tanto necesitan. Pero talvez sólo sea que saltan de alegría, quién sabe... En todo caso, no soy yo quien lo sabe. Y yo aquí, seco, a salvo, viendo por la ventana e