Es fácil... es muy fácil. Saber lo que uno quiere simplifica las cosas para todos... Para todos excepto para mí. Aclarémoslo... Aceptémoslo... ¿Dónde diablos voy a conseguir lo que quiero? Hoy, más que nunca, tengo claros los detalles, las formas, los comportamientos, el todo... El todo de la mujer que ha de ayudarme a regir mi vida de hoy en adelante. Y por eso, por el conocimiento que tengo de lo que quisiera que fuera mi futuro, sé que me lo arruiné para siempre, porque ¿de dónde diablos voy a sacar una mujer así? ¿Existe, acaso, lo que para mí es la perfección? ¿Qué demonios me pasa? Unos pocos puntos que la definen, ayudan también a definir mi grado de estupidez: Primero, lo que El Tipo y yo fuimos descubriendo con el pasar de los años, con el pasar de las mujeres que desfilaban frente a nuestros ojos, tan lejanas, tan de pasarela europea y televisiva, tan de rompecorazones teledirijidos: flaca, alta, blanca, narizona, pelo negro, largo, lacio, ojos negros... Y LENTES... LENTES...