El "cine-ojo" de Dziga Vértov |
A veces creo que tengo una cierta mirada documentalista. O
una predisposición a capturar lo que pasa en mis narices. O simplemente debo
ser un desubicado muy tímido. ¿Les ha pasado que, estando en una reunión con
gente, se quedan callados y escuchan y escuchan todo lo que se dice, sin decir
nada, y solo miran, miran las bocas que se mueven, las miradas, las manos, el
humo que sale del café caliente –mejor si es del cigarrillo recién encendido–,
la luz que cae de las lámparas sobre las caras de la gente, y esperan que nadie
les pregunte nada, que no les den la palabra, que no les pregunten qué opinan
porque así están mejor, detrás de esta especie de cámara invisible que les
protege y les ayuda a captar cada detalle y escuchar cada palabra desde una
lejanía que les hace sentir que están casi dentro? Si es así, talvez también
hayan sentido esto que digo de la mirada documentalista, de estar ahí pero
tratar de ser invisibles para no interrumpir ni influenciar el curioso
comportamiento humano, para registrar todo aunque nunca puedan revelar ese
material. Y si no es así, pues ustedes deben ser de los que hablan y hablan y
no paran por nada porque siempre tienen algo que decir.
La gente suele pensar que soy muy reservado, que nunca digo
nada, incluso podrían pensar que me creo muy inteligente y por eso no participo
de esas conversaciones insulsas. Como bien dice Cerati en El rito: “El silencio
no es tiempo perdido”, más todavía si el silencio de quien les mira con atención
es sólo el necesario requisito para que los especímenes humanos no pierdan su
naturalidad y puedan seguir desenvolviéndose en su mundo, con sus costumbres y
rituales desplegados ante mi ojo cyborg (que para lo que nos atañe, podría ser
un ojo-cámara).
Cuántas veces hubiera querido tener una cámara escondida
para realmente poder grabar a escondidas a los protagonistas de las grandes
fiestas de la humanidad, quienes, más allá de que tengan la razón,
contrapunteen por el sólo hecho de querer llevar la contra al resto, o que no
tengan la menor idea de lo que están diciendo y sólo escupan un motón de
estupideces, quedarían registrados, pero no como un documento periodístico,
sino con la inmóvil cámara de quien no podría levantarse para tomar otro ángulo.
Para esto sería lo máximo tener los tales Google glass, aunque me gustan mucho
más los Google hipster glass (sacados de El espíritu de los cínicos). Pero que
quede claro que yo no soy un hipster. Ningún hipster que se respete tendría un
blog como éste.
Pero bueno, a lo que iba es que no siempre es “documental”
esto que llevo. A veces es sólo ficción, veo algo y pienso que debería hacer
una película sólo para poder revivir lo que vi, eso que se me antojó mágico en
ese momento. Claro que después de leer Esculpir en el tiempo de Andréi Tarkovski
comprendí que cualquier intento de recrear en filme algo que nos gustó de la
vida real, no es más que una burda copia del mundo, un truco barato del cine. Lo
que uno realmente debería tratar es de hacer sentir al espectador lo mismo que “eso”
nos hizo sentir a nosotros, y para eso se necesita mucho más que la forma en la
que cae la luz o la misma canción... Por suerte no hago cine, porque, como
verán, no tendría idea de cómo hacerlo.
Para mañana trataré de describir algo que vi en un bus una
vez, que es de esas cosas que me gustaría “recrear” en filme –pese a todo lo
que ya dije de Tarkovski– con mi ojo falluco y dizque documentalista.
jijiji yo soy parecida a ti en ese aspecto, observadora y prefiero ser invisible ;)
ResponderBorrarA lo mejor debieras haber nacido en Rusia y hacer películas rusas... esas son lentas y con mucha observación ;)
besos!!!!!!!!!!
Aunque sea debería atreverme a hacer películas aquí. Quién sabe, talvez algún día...
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