Llegada la Navidad solía mandar un mensaje a un montón de gente con los típicos deseos de temporada y los de fin de año y bla, bla, bla... Ahora me da muchísima pereza hacerlo -además que después de andar por las calles todos estos días me he dado cuenta que la temporada navideña sólo aumenta a límites inimaginables la imbecilidad de los quiteños (no hablo del resto del mundo porque no he estado por allá) y no creo que sirva de nada ningún mensaje de amor y paz-. Por eso adjunto esto que me llegó en una de esas estúpidas cadenas -que tampoco reenviaré a nadie- y espero que disfruten estos días. Mejor llenarse la boca de amor...