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Mostrando las entradas de 2007

El año en que vivimos peligrosamente

Es hora de recapitular las ho stias que me ha dado el mundo ... Ha sido el mejor año de mi vida, eso no me lo quita nadie, lleno de puntos altos, excitación máxima, conciertos, sobrino, amigos, dolor, campeonatos, música, toqué el Paraíso con las manos y bajé a los infiernos... y, al final, todo está casi como cuando empezó, con una que otra cana, más cicatrices en el corazón, ganas y más ganas de cerveza, necesidad de olvidar, necedad de recordar. A fines del 2006 mandé un e-mail a los panas en el que, entre otras cosas, les deseaba que los gatos (o las gatitas) que bajen de los tejados en noches frías, sean expertos en el arte de calentar; que quienes cargan con un corazón roto encuentren curitas, aunque sea temporales, en labios seductores; que los besos sean sólo besos y todo besos; que sepamos que no hay finales felices, pero no por eso debemos dejar de arriesgar; que no evitemos esos dolores del cuerpo que conllevan dolores del corazón; que sepamos cómo responder a esos guiños d

Sleeping with ghosts

Ayer cambié de colchón. Lo hice porque el anterior ya estaba un poco -bastante- viejo y porque quería ver si los fantasmas se iban a la basura con el colchón viejo... Timing, perfect timing... yo no lo planeé así pero resultó ser el día más apropiado de la vida para este cambio. Al final, como siempre, la realidad me da un portazo que me deja sangrando, los ojos llenos de lágrimas y sin entender nada de nada. No quiero escribir mucho hoy, no sé si tenga las fuerzas, pero al menos quiero relatar los hechos. Fui a dormir con el nuevo colchón y me di cuenta que los fantasmas no habitaban en él. Dormí abrazado a un cuerpo que alguna vez tuve a mi lado, abrazado fuertemente, con una tristeza infinita porque ella ni cuenta se dio. En el sueño me vino a visitar y me dio un beso, nada más para que no me muriera... como siempre, lo consiguió. Ella siempre consigue lo que quiere. Despertaba a cada rato sin ganas de soltarla, mientras otros fantasmas esperaban su oportunidad para recrear viejos

Una eternidad esperé este instante

(Sábado 27 de octubre de 2007. Guayaquil, Ecuador, Estadio Modelo "Alberto Spencer", 21h30, aproximadamente. Soda Stereo: Me verás volver) Todo vuelve y todo se olvida. Todo parece distinto con el primer acorde, con la primera frase. Cerati lidera con su Jackson azul, todos le seguimos. Zeta está intacto, Alberti es pura sobriedad. Una maquinita perfecta el trío: después de diez años, no ha pasado un día. El regreso de la banda que nunca se fue. Cerati grita "¡Guayaquil, carajo!" y, como una premonición maligna, yo grito que voy a ser tu mayordomo y vos harás el rol de señora fiel, o puedo ser tu violador, la imaginación, esta noche, todo lo puede ... Salto como un demente, soy un extraño, no me reconozco. No quiero pensar, sólo disfrutar, y me pongo a correr por la cancha, por las gradas, a perseguirte y es tu propia piel la que me hace mover en extremo . No hay descanso, me pega un nuevo disparo desde la memoria... la música mueve a la gente a la distancia. Salt

Carpe noctem...

Ese concepto de "el momento preciso" existe, y lo he constatado en la realidad. ¿Les ha pasado alguna vez que están compartiendo con una persona y sienten que es el momento indicado para algo, un beso, una confesión, una palabra, una escapada? Pasa... y si lo dejamos pasar, no se recupera jamás. El otro día fui víctima de algo así. Sentí que todo conspiraba a mi favor, a su favor. La música, el alcohol, la cercanía, los roces, las palabras, las miradas, el abotonamiento de los guantes... todo estaba de nuestro lado. Y nada pasó porque no hubo oportunidad , según ella. Tengo que reconocer que así fue. Lo que me molesta y me martiriza (sólo este instante, sé que mañana se me pasará) es que sé que los dos hubiéramos podido crear esa oportunidad, hubiéramos huído del resto, inventado un pretexto para salir y tomar esa cerveza de más, la cerveza necesaria... Ahora estoy solo frente a la computadora, con ganas de no estar aquí, pero sin otra alternativa. Maldita sea. Espero que no

Las enfermeras de la vida real no son como las del Show de Porcel

Ya ha pasado un año... Mi última visita a un hospital (espero que sea realmente la última) fue una mezcolanza de experiencias: el dolor insoportable, las ventajas de faltar a la oficina varios días, la incomodidad de las intravenosas... y las enfermeras... Sobre el dolor podría hacer un ensayo entero. Bastará con decir que, por esos días, cargaba el terrible peso de un corazón recientemente roto, esa sombra que a uno lo persigue a todos lados, le roba la sonrisa y se antepone a cualquier sensación o sentimiento. Pero, como dijo sabiamente mi Padawan, no hay dolor del corazón que se compare al de una rodilla rota o, en mi caso, al de un intestino rebelde. De la oficina y las intravenosas tal vez hable algún otro rato, pero de las enfermeras... Cierto es que el dolor y las drogas me sacaron de la realidad, pero también es cierto que no había nada más real que esas enfermeras. Mujeres contundentes y forradas de blanco, hacían su trabajo como quien lo ha venido haciendo por siglos. Sus ca

Pordiosera de clase media

Hace mucho tiempo le di plata a una señora que pedía una ayuda en la calle. No me acuerdo en qué calle, sólo me acuerdo que parecía una señora que se olvidó el dinero en la casa o gastó de más o que fue víctima de unos carteristas. Vestía ropa que cualquier pordiosero envidiaría. Lucía como una mujer de clase media con trabajo, auto, zapatos sin huecos, ropa limpia, perfume, la cara maquillada y el pelo peinado. Daba la impresión de estar realmente necesitada y una gran tristeza se había ya ganado los rasgos de su cara, tal vez ayudada por el orgullo que había tenido que tragarse para pedirle dinero a un extraño. Por supuesto, le di un poco de plata... Eso de haber "retaqueado" -mucho tiempo después me enteré que ese es el término moderno para pedir plata esporádicamente en la calle- me da la experiencia de saber lo que se siente recurrir a la única forma de recaudar los diez sucres que faltan para el pasaje del bus. Por algún motivo, sorteando mi eterna prosopagnosia, el

Accidentes nocturnos

Estar levantado a las 3 de la mañana con susto, frío, a la intemperie y sobrio, no es muy agradable. Eso nos tocó hacer esta madrugada después de sufrir un estruendo en la terraza. Subimos corriendo y encontramos una camioneta incrustada en el muro de atrás, a punto caer. El piso estaba lleno de escombros, como zona de guerra, pedazos del muro expulsados por toda la terraza gracias a la fuerza del impacto, vidrios rotos y objetos destrozados, aunque ni un herido. La policía –siempre en vigilia– llegó tarde, invadió la casa, trajo su grúa y se fue con el carro maltratado y las manos limpias. El implicado en el accidente (un pobre tipo al que ni siquiera vi), envió a sus hermanos a que traten de reparar lo hecho. Cuando la gente habla, se entiende y se arreglan las cosas. Por suerte los metiches desaparecieron rápidamente y así dejaron de inventarle un elevado grado alcohólico al no muy diestro conductor que perdió el control en una curva por el asfalto mojado y la velocidad excesiva. No

Entre el dolor y la nada elegí el dolor

Qué mejor que remojar el dolor en alcohol. Qué dolor no tener alcohol ahorita, aunque sea en soledad... Es de noche y hace frío. Acabó de llover y puedo ver los charcos por la ventana. El sillón de las posiciones descansa a mis espaldas y parece como si me mirara, tratando de hipnotizarme para que ceda al cansancio y me acurruque entre sus cojines. Hay niebla, mucha niebla pero estoy en casa y eso me hace sentir bien... relativamente. No quiero escribir, no quiero quedarme callado. Debería ponerme a responder un e-mail aunque en este estado no sería buena idea. Presiento el comienzo del final, tengo el disco casi listo, pero hasta ese asunto me da pereza. Realmente me siento detenido por la tesis. Si bien acabo de terminar las correcciones -al menos eso creo-, se me hace cuesta arriba la defensa y todo lo demás. Duele, todo duele. Las cervezas de hoy me hubieran ayudado. Quién sabe, tal vez hubiera llorado como en esas fiestas de Quito... Hubiéramos tocado unas bonitas balad

Cantar como uno

Será que mi voz es tan corriente o tan moldeable que, cuando canto, tiendo a poner una voz parecida a la del intérprete original del tema que interpreto. Debe tener mucho que ver el hecho de mi absoluta ignorancia sobre teoría musical -lo que no me impidió hacer que el duende se gane un 20 cuando le di inventando un deber sobre trasposición de escalas o algo así-. Poco a poco voy encontrando mi sonido, con la guitarra o sin ella, pero el problema de la cantada durará por siempre... Quisiera haberme dedicado a fumar desde la adolescencia para adquirir esa ronquera que me cuesta demasiado sacar a pura gana. Las voces privilegiadas de Sabina, Leonard Cohen, Calamaro, Nick Cave, García, Dylan, Tom Waits... ¿Cómo llegar a cantar parecido? Y, de repente, me encuentro con un regalo que ahora (te) quiero regalar. Esta versión de Ballad of a thin man , compuesta por Bob Dylan, en la voz de Bunbury. Sin imitar a Mr. Tambourine Man, el servidor de nadie le hace un perfecto tributo sin perder

El problema de los celulares... (mi problema)

¿A otras personas les pasan cosas parecidas? No sé, a veces creo que no. Primero fue esa serie de llamadas exigiéndome que devuelva el celular que, según los niños del otro lado de la línea, era robado. Yo anoté los números y, de vez en cuando, los marcaba para soltar un "Morirás..." y colgaba; luego, esa llamada amenazante... el sicario se aburrió de mí y prefirió perseguir otra presa, o sufrió un accidente y se fue al más allá; y ahora esto, que no pasa de ser una confusión o algo así. El domingo recibí una llamadita misteriosa. Una mujer -que según yo estaba fingiendo la voz- me hizo vibrar el celular en el bolsillo mientras lavaba los platos. Era un número desconocido. Contesté. "Hola mi amor" dijo... (Aquí hay algo raro, pensé inmediatamente) Con voz que reflejaba mi duda y curiosidad le contesté que hola y le pregunté que quién era. "¿No me reconoces?", preguntó con sensualidad -casi podía adivinar su mano recorriendo su cuello mientras hablaba conm

Me olvidé de ver las películas

Las primeras líneas de The eternal sunshine of the spotless mind son: Random thoughts for Valentine's day, 2004. Today is a holiday invented by greeting card companies to make people feel like crap.. . Sentarse frente a la tele, solo, una película por noche… La costumbre, relativamente reciente, para la semana previa a San Valentín parece no haber sido más que una pasajera excusa cinematográfica. Puedo decir esto ahora que, ya que es 14 de febrero, me di cuenta que ni me acordé de las películas, así como tampoco me acordé de otras cosas más relacionadas con la fecha que hoy celebra la gente. Una rosa, mensajes al e-mail, saludos vía messenger, abrazos y sonrisas... Más tarde tendré un almuerzo en la oficina para celebrar el amor. Lo que me atraía de este día era el ciclo de películas que terminaba ahí y que yo mismo programaba, nada más. ¿Cuándo volveré a verlas, si no es en una fecha como ésta? Siempre es bueno tener algo que lo obligue a uno a hacer ese tipo de cosas, porque

Desastre ecológico

Una vez una chica me dijo "mi vida es un desastre ecológico, como un derrame de petróleo en la amazonía". Yo me reí, pero lo que dijo era triste, muy triste... Bueno, no tanto. Ella era fea y eso lo hacía menos triste. A una chica fea le va peor que a una bonita. La soledad, las ganas insatisfechas y los besos a las almohadas la llevan a decir cosas como que su vida es un desastre ecológico. Una chica bonita no dice muchas cosas interesantes, sobre todo si la has escogido únicamente por ser bonita, tener un cuerpo espectacular y unos labios de tentación. A veces basta con que sepa hacer un rico desayuno por la mañana, aunque no pueda comparar su vida con un derrame de petróleo en la amazonía. A decir verdad, yo tampoco puedo. Si comparo mi vida con un desastre, digo que es el derrame de la última cerveza sobre la alfombra mientras uno está dormido. No tiene mérito alguno porque se me ocurrió después de oírla a ella. Esa chica, la fea y triste, fue la más interesante