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Sin música, sin tiempos


Tenía una idea para lo que iba a escribir hoy: quería seguir con mis posts de Música de los tiempos, una especie de recopilación anual de las canciones que han resultado más influyentes en mi vida durante todo este siglo. Quien haya leído mis entradas anteriores sobre esto se habrá dado cuenta que el malogrado resultado es un “compendio híbrido” –nombre con el que el Zeus bautizaba a sus cassettes de “variaditos”– de muy mal gusto y sin un eje conductor ni leitmotiv aparente... o sea, un reflejo fiel de mi vida. El lector observador se habrá fijado también que esos posts van acompañados por un playlist de YouTube, generalmente incompleto, para que aquellos que no conozcan los temas puedan ir descubriendo de qué hablo. Además, habrán notado que suelen ser entradas muy largas.

Pues bien, aunque esa haya sido mi intención, al disponerme a empezar me di cuenta que no tengo la lista de temas aquí, así que me frustré y traté de encontrar algo sobre lo que pudiera escribir. La idea de retomar mi Música de los tiempos me seguía dando vueltas en la cabeza, y cualquier intento de irme por otro camino terminaba en ideas más aburridas que la primigenia o en la certeza de que, para poder escribir algo ligeramente bueno, necesitaría un buen tiempo de investigación. Así que mi cabeza regresaba y regresaba al tema de irme a las canciones del 2003, que es lo que tocaría, y no salía de ahí. Algunos dirán que por qué no me fui a YouTube para ver las canciones en los playlists, preparados de antemano. La respuesta es simple, aunque no es una excusa: porque no quise, porque esos playlists están incompletos, porque tendría que cotejar con la lista real de iTunes a ver qué no más han borrado los administradores de la página y para ver qué no más aumenté yo en el iTunes.

Y así, sin saber qué escribir, simplemente me pongo a contar lo que está pasando este instante, mientras lucho con la escritura y escucho un pito de algún taxista imbécil, un camión que pasa y, de fondo, Death is not the end, la versión del Down in the groove de Dylan, del 88. Ahora, algún imbécil subió absurdamente el volumen de algún tipo de parlante gigante en la Politécnica y empezó a sonar alguna estridente basura tipo reggae en español. Por suerte no duró ni medio minuto.

Hace un rato dije que este tipo de posts son muy largos. Es verdad. Mientras más avanzo cronológicamente, más largos se ponen porque más me acuerdo de lo que pasaba en esos años y más música incluyo. Una cosa que no dije en mi post inicial de la escritura diaria es que con la Carmenlou quedamos en que los textos que escribamos deben ser de más o menos una hoja de longitud (yo escribo en Word, Calibri 11, A4). Estos de la Música de los tiempos deben ser más largos que eso y deben ir creciendo y creciendo. Por eso les propongo –a quién engaño, nadie lee esto, así que mejor me propongo a mí mismo– que, en lo que a Música de los tiempos se refiere, igual escribiré una hoja diaria pero no postearé la entrada hasta no terminar todo lo del año ¿les parece? (y por respuesta se escucha sólo el silencio roto por los cantos lejanos de algunos grillos en medio de la nada)


Este post termina y yo escribo una nota mental que dice que debo cargar las listas de iTunes en el evernote para poder verlas desde cualquier parte.

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Escriban, que yo no dejé a nadie...

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