Ir al contenido principal

La música delatora

Cuidado con lo que cargas en tu iPod
Conocí a una chica hace unos años, una chica bastante guapa, alta, bonito cuerpo, que incluso había hecho un par de trabajos de modelaje. No era mucho de mi tipo pero no puedo decir que no haya sido una mujer realmente atractiva. La conocí en uno de esos trabajos momentáneos que suelo tener, de esos rápidos, poca paga, mucho trabajo y casi sin tiempo para la vida social. No nos sentábamos en computadoras contiguas, pero el típico intercambio de miradas mientras ella se aislaba del mundo y se concentraba en lo que tenía que hacer gracias a su iPod, sus sonrisas a las que yo no sabía bien cómo responder –gracias a mis incapacidades para este tipo de cosas– y alguna conversación corta en los recesos nos fueron acercando. Luego ya almorzábamos juntos y, como cualquier chico y chica que se están conociendo, hablábamos de nuestra vida. No me acuerdo cuánto habrá durado ese trabajo de digitador, pero no debe haber llegado a las dos semanas. Lo que sí sé es que fue tiempo suficiente como para que el interés y la curiosidad mutuas se transformaran un poco en algo más.

Uno de esos mediodías en los que almorzamos juntos en el bar de la universidad, ella me preguntó, como quien no quiere la cosa, que si tenía novia. Como no tenía, le dije que no y le devolví la pregunta. Así nos enteramos que ambos estábamos solteros y disponibles e intercambiamos teléfonos. El proceso de conocimiento, el interés por la persona del sexo opuesto, nos lleva siempre un poco más allá. Queriendo conocerla más de cerca, un día le pedí que me deje ver su iPod. Qué mejor manera de conocer a alguien que a través de la música que le gusta. Ella me lo prestó sin miedo. Me lo acercó con sus manos de largos dedos estilizados y uñas bien cuidadas. Yo lo tomé, empecé a hurgar en él y la magia se acabó.

Arjona, reggaeton, vallenatos, bachata y baladuchas –seguramente algo como Alex Ubago, Andrés Cepeda o quién sabe qué– desplegaron todo su arsenal de porquerías ante mis ojos. Me sentí como esos tipos que abren el Arca de la Alianza y se derriten como velas en incendio al ver los espíritus que salen de ella mientras Indiana Jones y Marion cierran los ojos con todas sus fuerzas. Supongo que en parte tenía un poco de miedo de enterarme de ese lado de la chica en cuestión... supongo que en parte sabía que me encontraría con algo así... pero, como bien dice Aliaga, la esperanza se pierde después del semestre. Así que, antes de mancharme con ese vómito musical, emprendí la retirada.

¿Qué habría pasado si su gusto musical hubiera sido parecido o afín al mío? No puedo asegurar nada. Lo más probable es que lo mismo. Cada cual siguió su camino después del trabajillo y yo me refugié en la mejor música del mundo, mientras ella se habrá ido a bailar sus reggaetones, moviendo su cuerpo escultural al compás del ruido más detestable que ha inventado el hombre.

Todo esto era sólo un preámbulo para contar que el otro día decidí llenar mi iPod sólo con mis discos favoritos. Empecé a hacer una selección y llegué a la friolera de cincuenta discos favoritos –unos mucho más favoritos que otros–, que podría seguir creciendo y creciendo a futuro, con más tiempo y con un poco más de amplitud e introspección. No hice esto con la intención de conquistar a alguna chica con la selección más precisa de los mejores temas de la historia de la humanidad –ya conquisté a la chica más espectacular del mundo y sus alrededores, sin siquiera tener que recurrir a la música del alma (creo que con eso ya me gané [nos ganamos] un lugar en los anales del amor)–, sino para poder escuchar lo mejor de lo mejor cuando me enchufo. El experimento me gustó y he depurado la lista un par de veces, con nuevos ingresos y sustituciones. No creo que sea fácil lograr decir, en un orden exacto –en ningún orden, talvez– cuáles son los discos de la vida de uno, pero al menos es un intento por capturar la esencia, la personalidad, esa parte del alma que viste una guitarra y se para detrás del micrófono.

Imagínense que hubiera una guerra, una catástrofe, uno de esos locos que se arman hasta los dientes y entran a disparar en los supermercados. Imagínense que en esa guerra, en esa catástrofe, en ese tiroteo, ustedes son parte de las bajas. Imagínense que, al morir, su alma viaja a encontrarse con los Dioses de Rock y que lo único que llevan consigo es su iPod ¿Se atreverían a llevar un lastre de bazofias o preferirían cargarse con un puñado de obras maestras para salvar su alma?

En este punto, yo ya estoy listo ¿Y ustedes?

Ahora, aunque trato, ni siquiera logro acordarme del nombre de esa chica.
Suma de placeres

Comentarios

  1. Pocas veces en mi vida he leido algo como "Imagínense que, al morir, su alma viaja a encontrarse con los Dioses de Rock y que lo único que llevan consigo es su iPod ¿Se atreverían a llevar un lastre de bazofias o preferirían cargarse con un puñado de obras maestras para salvar su alma?"

    Realmente genial L@quej@s.
    JFM

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias por el comentario, Panchoso. Si hay algo que puede salvarnos es la música...

      Borrar
  2. Actualicé el post y le incluí el link donde se puede encontrar la lista de discos... veamos qué tal les parece.

    Ahí se ven...

    ResponderBorrar
  3. jajaja gatunito, qué divertido lo que cuentas. Descalificada por su elección musical. Pero sí, claro que influye. Y divertidas las imágenes que elegiste.
    Creo que voy a llegar hasta aquí con lo de ponerme al día en tu blog. Mañana sigo. Me siento más o menos no más, mejor intento seguir durmiendo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. A veces, cuando recuerdo esta historia, me siento un poco tonto, un poco como esa gente que discrimina al resto por su credo o el color de su piel o esas cosas. Talvez la pobre chica creció en un ambiente viciado con ese tipo de música desde su tierna infancia y no es culpable de haber cultivado un mal gusto patológico junto con los pechos de una diosa griega. Pero bueno, ya fue, no pude ejercer de profesor de música con ella.

      Quién sabe, talvez si yo hubiera tenido un iPod en ese tiempo, y ella hubiera visto mi música, hubiera preferido ponerse sus audífonos y mirar para otro lado.

      ¡Mejórate!

      Borrar
    2. Sí, tal vez hubieras podido enseñarle. Pero como dices, ya fue. Si se presentara una situación similar, siendo ambos solteros, ¿lo volverías a hacer? uuuu

      Borrar
    3. Claro que sí. Ahora con más razón, porque creo que cada día tengo más respeto por la buena música.

      Borrar

Publicar un comentario

Escriban, que yo no dejé a nadie...

Entradas más populares de este blog

Las enfermeras de la vida real no son como las del Show de Porcel

Ya ha pasado un año... Mi última visita a un hospital (espero que sea realmente la última) fue una mezcolanza de experiencias: el dolor insoportable, las ventajas de faltar a la oficina varios días, la incomodidad de las intravenosas... y las enfermeras... Sobre el dolor podría hacer un ensayo entero. Bastará con decir que, por esos días, cargaba el terrible peso de un corazón recientemente roto, esa sombra que a uno lo persigue a todos lados, le roba la sonrisa y se antepone a cualquier sensación o sentimiento. Pero, como dijo sabiamente mi Padawan, no hay dolor del corazón que se compare al de una rodilla rota o, en mi caso, al de un intestino rebelde. De la oficina y las intravenosas tal vez hable algún otro rato, pero de las enfermeras... Cierto es que el dolor y las drogas me sacaron de la realidad, pero también es cierto que no había nada más real que esas enfermeras. Mujeres contundentes y forradas de blanco, hacían su trabajo como quien lo ha venido haciendo por siglos. Sus ca

Lunático

Las cosas salen de los lugares menos pensados... El otro día me fui a ver La tourneuse de pages y conocí a Déborah François , la protagonista, hermosa mujer dueña de una belleza perturbadora, pese a no ser el tipo de mujer que me gusta -o talvez por eso-, y dueña también de un par de lunares en el cuello. De la película mejor no hablar, así que de una me dedico a lo que salió de la caja de Pandora que se abrió con los lunares. Fue algo totalmente imprevisto, un disparador escondido en lo recóndito del inconsciente, en la parte prohibida de la memoria... Prohibida porque es el camino directo a la bodega donde se guarda lo que no se debería volver a ver. Estoy exagerando... me gusta recordar algunas de estas cosas que alguna vez fueron letales y premeditadas minas antipersonales que dejaron enterradas ciertas chicas para volarme en pedazos después de su partida -toda mina extermina-. Con el paso del tiempo me he dado cuenta que hasta el más insufrible dolor deja de ser lo que era... qué

Las prefiero con lentes

¿Que por qué me gustan las mujeres con lentes? Pues no lo sé... sólo sé que, aunque una chica me parezca guapísima, me parecerá más guapa aun si la veo con lentes. Depende también del tipo de lentes -porque hay unos que no tienen nada que ver con nada- y del tipo de mujer -porque a algunitas ni los lentes más perfectos les salvan-; en resumen, las mujeres con lentes atrapan mi mirada, y suele pasar que no las puedo dejar de mirar. Después del caso de la parada de bus aquella vez, me sentí inmortal, bien y mal. Cuando vuelvo a verla con lentes pierdo y gano algo, pero me quedo igual, sin un “que te vaya bien” ni un beso ni nada, y seguimos nuestro camino como lo que somos, como dos extraños, aunque yo pueda dibujar su cara de memoria en la oscuridad, siempre con lentes... Yo la prefiero con lentes. Ella me prefiere lejos.

¿El mejor deportista de todos los tiempos?

¿Quién es el más grande de todos los tiempos? Por primera vez en la historia de la humanidad, una persona se portará objetiva para una elección tan importante como esta. Y esa persona seré yo. Esto no es cuestión de favoritos, es cuestión de datos reales. Si fuera por favoritos, en el podio estarían tipos como el Diego, Jean Alesí y Goran Ivanišević o Schumacher, Lou Bizarro y Ben Johnson o el Macho Man, Platiní y Rolando Vera. Tampoco será una elección basada en los conceptos típicos de deportividad o algo así, como lo que decía esa frase con la que empezaba un programa de hace años en la Nueva Emisora Central: “Deportista es aquel que no solamente ha vigorizado sus músculos y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir la cólera, a ser tolerante con su compañero, a no aprovecharse de una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con alt

Vos sos Dios... vos sos lo más

No importa cómo, no importa cuándo... Charly García es Charly García y sólo él es Charly García. Así esté vestido impecablemente, con los ojos pintados, revolcándose ebrio, lanzándose desde el noveno piso a la piscina, destrozando los amplificadores, demoliendo hoteles, casi inmóvil frente al piano, pateando fans o recibiendo un Grammy, tiene tanto para dar con esa genialidad que le desborda, que me obliga a preguntarme hasta dónde podrá llegar... hasta dónde la podra aguantar el mismo García. Fui a su concierto el sábado (21 de noviembre de 2009, en el coliseo General Rumñahui de Quito). Es la tercera vez que lo veo ahí, en el escenario, repitiéndome las cosas que me ha dicho toda la vida desde sus discos. Es algo que había dado por perdido... No esperaba volver a verlo, al menos no aquí. Pensaba que talvez en algún hipotético -y poco probable- viaje a la Argentina podría verlo tocar otra vez en algún bar, en alguna disco, en una plaza... en cualquier lado... Ahora, con la emoción cer