Por primera vez en la vida sentí ganas de conocer a alguien que ya murió. Debo aceptar que muy pocas veces he sentido realmente ganas de conocer a alguien... Encontré a la mujer perfecta, cerveza en mano, voz diabólicamente angelical, bella como pocas, infeliz como muchas, una nube de humo de tabaco a su alrededor, lentes, lentes, lentes (a veces sin cristales), la pinta más deliciosa de cualquier estrella de rock en la historia, la personalidad más arroladora sbre el escenario... Pero lleva más tiempo bajo tierra del que la pasó con los vivos. ¿Qué le hubiera dicho? ¿Me hubiera podido acercar a ella? ¿Me hubiera subido a bailar sobre la tarima cada vez que ella lo pidiera? ¿Hubiera aprendido sus canciones? Si hubiera estado con un par de cervezas dentro, talvez le hubiera invitado un whisky, aunque ya me conozco y seguramente los nervios me hubieran dominado y me la hubiera quedado mirando como un enfermo, tratando de escuchar su risa para no olvidarla nunca en vez de ir en busca de s