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Afuera es noche y llueve tanto...

Igual que este gatito de Ivan Olsen
Afuera es noche y llueve tanto... No, mentira, no es como en Por la vuelta, aunque sí llueve. Desde la ventana veo los charcos bailarines que reciben cientos de gotitas desde el cielo. Algunas gotas se cuelgan de los cables y tratan de hacer equilibrio, de agarrarse para no dar con sus sueños contra el asfalto mojado, pero irremediablemente caen y le dejan su lugar a otras gotas que se cuelgan igual, con el mismo miedo, con la misma esperanza, y que también se entregan luego a la fuerza de gravedad. Las hojas de la enredadera del muro del patio de la cocina parecen bares o cafeterías donde las gotas se reúnen fugazmente a conversar, a divertirse, a enamorarse, a despedirse. Saltan como un ring, las hojas, gracias al golpeteo incesante de la lluvia, como si les doliera el agua que tanto necesitan. Pero talvez sólo sea que saltan de alegría, quién sabe... En todo caso, no soy yo quien lo sabe.

Y yo aquí, seco, a salvo, viendo por la ventana el pasar de la gente, de los carros, los paraguas que tambalean rápido por debajo de los árboles, las chicas que regresan del colegio y, después de tanta agua, parecen resignadas a tener cada centímetro de sus calentadores empapados. Hay ríos salvajes en miniatura que se llevan las hojas y la basura hasta el final de la calle. Los perros hechos sopa miran esos ríos, esas hojas, esa basura y sus orejas se mueven de vez en cuando para sacudir la lluvia que les entra. Una moto pasa bastante rápido y salpica, salpica cada charco, salpica el agua de cada resquicio entre los adoquines. El impermeable del motociclista ondea al viento con esa velocidad y hace pensar en que está huyendo de alguien, aunque bien podría ser que está yendo hacia alguien.

Tengo calor en las orejas ¿Estará alguien hablando mal de mí? Talvez debería agradecerle, porque lo que veo al asomarme afuera me hace pensar que debería estar muriéndome de frío o que estoy viendo esa hermosa película de Joris Ivens. Si hasta tengo ganas de sacarme el saco, pero tampoco soy tan menso.

La lluvia cesa un poco, el cielo sigue encapotado. Tengo esperanzas de que se despeje un poco porque ya se viene el atardecer. Desde otra ventana se ve que el sol atraviesa las nubes mientras se dirige a su cama, tras la montaña. Creo que sí se podrá ver un poquito de naranja en el cielo. Me encantan los atardeceres, siempre me han gustado... creo que es lo único que me gusta de la playa, esa posibilidad de sentarse frente al mar y ver cómo cae el sol tras el horizonte, cómo se apaga en las aguas mientras el viento que enfría nos obliga a calentarnos. Pero bueno, estoy muy lejos del mar y nada me gusta más que la ciudad... mi ciudad.

A esta hora los conductores estarán más idiotas que nunca, atrapados en el tráfico, tratando de adelantar, pitando, queriendo moverse. Un poco de música les ayudaría, pero por algún extraño motivo, no parecen saber que ese es el secreto para viajar tranquilos en medio del aguacero. Y yo sigo aquí, aunque a veces quisiera estar en otro lugar.

Me he demorado tanto en escribir esto, que ya dejó de llover. Ahora se ve el atardecer, la bomba atómica detrás de la cordillera. El naranja con el gris, los faros de la calle que se empiezan a encender. Yo apago la luz para poder ver mejor, para poder disfrutar mejor, para dejarme llevar.


Vuelve a llover, los pájaros alzan el vuelo, la gente corre otra vez. Ya no tengo tanto calor. La historia vuelve a repetirse...

Comentarios

  1. Derrelicto!!! no había pasado por aquí y pensé que me iba a encontrar muchos post... ¿qué ha pasado? ¿y tu meta?
    Linda la lluvia y tu escrito btw

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    Respuestas
    1. Holaaaaaaa.

      Ya te extrañaba por acá. Mi meta se ha visto un poco relegada por tener tres trabajos a la vez, mucho cansancio y tratar de pasar las mejores horas con la Carmenlou. Empecé un post que no he terminado y tengo muchas de escribir otro, pero la verdad es que no me he dado el tiempo. Ya volveré, cuando las cosas se pongan más tranquilas.

      ¡Gracias por comentar!

      Besos.

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