Todo puede cambiar con la banda sonora indicada... El estado de ánimo, la velocidad de la caminata, la cantidad de calor o de frío, el estado de vigilia, las ganas de hacer o no hacer algo... incluso la suerte. Salgo de casa por la Sarmiento... lo de siempre en la calle y en mí. Cuando de repente, detrás de un árbol se aparece Piazzola con su Balada para un loco y la gente se borra del mundo. Camino con la sonrisa en toda la cara, respiro dejando a un lado el smog y los semáforos hasta me dan paso siempre. Te hace creer que hoy será un buen día. Pasan las horas, interminables y terribles y te encuentras a ti mismo en el asiento trasero de un taxi, regresando a casa con los audífonos puestos, escuchando la Polonaise de Shigeru Umebayashi y sintiendo a los recuerdos que te caen encima destructivos como un gol del rival en el último minuto de los suplementarios. Nada que hacer... Me subo al bus y se me acerca un niño con su macabro plan de recolectar malhabidamente algo de dinero para su ficticia hermanita quemada, con el mismo discurso aprendido de memoria, las mismas pausas, las mismas inflexiones en la voz y la misma foto de la niña quemada en un incendio en Zámbiza que te engaña una sola vez... y agradezco al cielo poder subir el volumen y disfrutar de la violencia real de The Beatles con la desgarrada voz de Paul que grita Helter skelter mientras los incautos incrementan la fortuna del niño ese. Después el viento me pega en la cara cuando abro la ventana y veo las casitas pintadas de rojo y oigo a los Red House Painters con su Have you forgotten? que me recuerdan que no he olvidado algunas cosas. Y sonrío porque, de todos modos, es divertido hacerlo, tan divertido como ir tocando mentalmente -y no tan mentalmente- Paranoid android como Thom Yorke, solito con su guitarra, y tratando de acompañarlo mientras cantamos juntos. Y, hablando de acompañar, la gente me regresa a ver cuando le hago la segunda a Andrés, muevo la cabeza al ritmo del rocanrol poco optimista de No se puede vivir del amor, o cuando preparo mi pretemporada de Bunbury con los coros de El hombre delgado que no flaqueará jamás. Eso está bien. Lo malo es cuando le hago la segunda a Nacho, demasiado alto, y la gente se siente ofendida por las barbaridades que canto en Dry martini S.A. y, al darme cuenta, me siento incómodo. Pero todo pasa, todo es divino, todo se llena del color de los atardeceres del pasado con ese arco que rasga la guitarra eléctrica, con esos sonidos de ángeles armados con instrumentos eléctricos, con esa voz que es otro instrumento perfecto... con Svefn-g-englar de Sigur Ròs. Y qué decir de cuando uno se queda como bobazo, émulo de Dan, el obituarista, mirando a quien se acerca como Rachel Jones, sin saber lo que le espera, con The blowers daughter de Demian Rice en las orejas, o cuando uno sale a enamorarse de todas y de cualquiera pero de ninguna con the pillows y su inevitable Thank you, my twilight...
Pero el efecto iPod trae su efecto colateral... la sordera. Creo que me estoy quedando sordo, escucho el silencio que se acerca sigiloso a mis espaldas, listo para asaltarme. No quiero que eso pase... no soy Beethoven.
Qué buena recopilación de canciones Gatunito... Yo también disfruto mucho caminando o corriendo con mi música a cuestas... siempre escuchando música, a veces cantando... solía cantar mucho más, ahora ya no tanto :S Pero sí me ha pasado de cantar Dry Martini y detenerme con un ups... jeje
ResponderBorrarParece que voy a ir a ver a Calamaro!!! :)))
Muchos besos, me gustó tu post como siempre.... :)
ps... qué divertida la imagen del gatito... si le pones lentes, podrías ser tú :P
ResponderBorrarTenía pensado escribir esto desde hace mucho, pero siempre terminaba dejándolo para después... traté de recordar canciones que tuvieron su momento y que me trajeron buenos momentos en el iPod, pero me olvidé de unas como Are you there de Anathema, Comfortably numb de Pink Floyd o No va más, versión Calamaro... También me parece una buena recopilación de canciones.
ResponderBorrar¿Vas a ver a Calamaro? ¿Dónde? Qué emoción... yo estoy contando los días para los conciertos de Bunbury acá...
Ah, cierto, me olvidaba... mañana Babasónicos...
ResponderBorrarEl iPod puede acabar con el Búho... ¡¡Vamos iPoooooooooood!!
ResponderBorrarNo amigo, no ha logrado acabar conmigo, solo recordarme de lo insufriblemente humanos que podemos ser...
ResponderBorrarSip, me pasa lo mismo cuando camino las mañanas a la oficina con la furia contenida en un "Run like hell" o la tristeza de un "Alone Again", todas tienen un recuerdo, un momento, una sensación creo que despues de tí el Ipod es como un mejor amigo...
Y sip lo de Beethoven nos va a pasar... espero que no muy pronto!!!
Espero que ni Beethoven ni Lars Ulrich...
ResponderBorrar¡Qué tal!
ResponderBorrarYo creo que seré la primera víctima fatal del "efecto iPod". Absolutamente todas las veces que he caminado por la calle con esos dos demonios en miniatura gritándome al oído, he cruzado miradas directas e intensas con esos ojos gigantes y amarillos que tienen los carros adelante.
O sea, casi me pisan ¡maldita sea!
Creo que la música en mi anula el instinto de supervivencia, ¡ja!
PD: Tu post me recordó que había abandonado en algún punto a Damien Rice :)
Mujer:
ResponderBorrar"La música en mí anula el instinto de supervivencia"... qué buena... Por suerte hasta ahora no he tenido problemas con la mezcla iPod + caminar en la calle.
Siempre es bueno retomar a Damien Rice.
Mi ipod está cerca de cumplir 3 añitos... cada vez que pienso en lo que costó y de cuantas bazofias musicales me ha librado de escuchar (por qué no estuviste conmigo cuando escuche: "tu amor es como la cerveza, que se bebe y se bota"...!!!!) pienso en que debería haber pagado muchísimo más... Y en estos meses, cuando he vuelto a correr por las calles con polución y claxones a mi alrededor, solamente puedo agradecerle mientras me suelta un Solsbury Hill de Gabriel... Mi sonrisa vs el ceño fruncido de los demás.
ResponderBorrarBuen texto Alejillo.
También tengo buenas experiencias con Solsbury Hill entre la multitud apachurrada de las seis de la tarde en la ecovía, extremadamente llena, siendo aplastado pero casi sin darme cuenta gracias al iPod y a Gabriel, aunque el maldito también haya contribuido depresivamente con The book of love...
ResponderBorrarLo volví a sacar a pasear -con segundas y oscuras intenciones que, claro, no se concretaron- y, durante el viaje en la Ecovía, empezó a sonar una canción que me atrapó... pero no sabía quién podría ser el intérprete. Como me gusta tenerlo seguro en el bolsillo y no exponerlo a las miradas hambrientas de los malditos ladrones, la repetía y la repetía retrocediéndola a ciegas hasta que por fin llegué a un lugar seguro y pude averiguar que era Electricity de Anatehma, que está en su disco A natural disaster. Nuevamente el iPod que me ayuda a recobrar algo que se va con la memoria mala...
ResponderBorrar