Sensaciones olvidadas que, de un día para otro, renacen y se quedan como si nunca se hubieran ido. Como una canción que amaste y que, casi sin darte cuenta, dejaste de escucharla y la archivaste en la memoria, pero que regresa vengativa en la emisora más escondida y la escuchas justo cuando vas en un taxi. Como el boleto de lotería ganador que compraste una vez sin que te hayas molestado en chequear los resultados de ese sorteo, que espera paciente en el fondo de un cajón y sale en medio de la mudanza, llevando su número directo a la web de Lotería Nacional y te detiene el corazón -no como quisieras- al ver coincidir cada dígito. Como la salida con los amigos, justo cuando no tenías ganas de salir pero ellos molestaron tanto que acabaste accediendo, la mesa del bar y las miradas que se cruzan con la chica más guapa del lugar, quien al final de la noche te da su número para que la invites a salir. Como el regreso del gatito que creías perdido, maltrecho pero ronroneante, adolorido y muerto de hambre, que se acaricia contra tus piernas para tratar de curar su corazón herido -y el tuyo- tras noches enteras de extrañarlo. Como el olor de un perfume del pasado que sale maligno de una carta vieja en el momento más oportuno, en el único momento en que lo podrías soportar sin reincidir ni llorar.
Como el juego favorito de la infancia que, siglos más tarde, tu hermano lo baja y corre sin problemas en Windows Vista.
Hay cosas que se aprenden y no se olvidan jamás. Me alegro tanto que una de esas cosas sea, en mi caso, jugar FIFA, ese FIFA hermoso que, mucho más que un juego de computadora, era un deporte de alta competencia que practicábamos con el Emo hasta casi la madrugada, intensamente, gritando cada gol como si estuviéramos en el estadio, en la cancha, sudando como si realmente estuviéramos pateando esa bola, como si fuéramos Roberto Idas, H. Van Smaiter o Sergio Vasquero. Y ahora que lo tengo en mi máquina, aproveché este perfecto portal en el tiempo para regresar unos 15 años, dejar de lado el óxido de mis articulaciones y volver a campeonar, volver a desesperarme cuando el defensa ideal no se selecciona frente al violento contragolpe rival, volver a propiciar las más espectaculares voladas con la opción de Porteros Manual, recordar que en su casa le decían "Jaquitob" a Jackob Nielsen, portero danés, cuando era niño... darme la razón después de haber acuñado la frase de "Vilandre juega fuerte" hace tanto tiempo, cada vez que el recio mediocampista holandés corta con fuerza una jugada de los contrarios, volver a sentir las ganas de golpear a Idas o a López cuando se acercan corriendo hacia la cámara después de haber marcado un gol y en mi memoria revive el "Me lo merezco"... volver a sentir la gran rivalidad entre los poderosos delanteros argentinos Alfios y Pasualdo cada que no le hacen el pase perfecto al otro por su hambre de terminar la jugada... volver a reirme de los payasos Janco Tiano, Joe Della-Savia, Peter North, Heini Lenhardt, volver a escuchar el "¡Guach, conchenchadachoch!" del técnico uruguayo, volver a sentir la capacidad goleadora de Arnold Deboer al definir como "jugador de fútbol mundial" -aunque ya me di cuenta que en "simulación" REALMENTE se debe ser un jugador de fútbol mundial para hacer ese tipo de goles-, volver a anotar esos golazos de chilena...
Éste, junto con el GP1 de Microprose, han sido mis juegos favoritos de toda la vida. Me acuerdo de la incomparable sensación de velocidad la primera vez que uno se subía al monoplaza en Spa Francorchamps y cruzaba la parte rápida del circuito, justo antes del Bus stop chicane... hasta miedo me daba ir tan rápido, con los árboles pasando absurdamente veloces tras las vallas de protección, y yo tan concentrado, con los dientes apretados, apachurrando la A hasta el fondo para acelerar al máximo, con el motor rugiendo al límite... (también Space Invaders, Zaxxon, Digger, Frogger, el juego ese de Mazinger, entre otros, tuvieron su momento de triunfo) Cómo me gusta recordar estas cosas... Es hora de empezar a tener nuevos recuerdos, mejores que los que me pueden brindar largas horas frente a una computadora, jugándome el honor en el mundo virtual. Ahora que necesito sacar bastante de mi cabeza, qué mejor que dedicarme a viajar al pasado, cuando todo o casi todo, era felicidad. En vez de estos escapes fáciles debería aceptar mi edad, aceptar que el tiempo ha pasado y que hay cosas que gritan por mi atención... Ya las atenderé... después de volver a ser el campeón del mundooooooooo...
Como el juego favorito de la infancia que, siglos más tarde, tu hermano lo baja y corre sin problemas en Windows Vista.
Hay cosas que se aprenden y no se olvidan jamás. Me alegro tanto que una de esas cosas sea, en mi caso, jugar FIFA, ese FIFA hermoso que, mucho más que un juego de computadora, era un deporte de alta competencia que practicábamos con el Emo hasta casi la madrugada, intensamente, gritando cada gol como si estuviéramos en el estadio, en la cancha, sudando como si realmente estuviéramos pateando esa bola, como si fuéramos Roberto Idas, H. Van Smaiter o Sergio Vasquero. Y ahora que lo tengo en mi máquina, aproveché este perfecto portal en el tiempo para regresar unos 15 años, dejar de lado el óxido de mis articulaciones y volver a campeonar, volver a desesperarme cuando el defensa ideal no se selecciona frente al violento contragolpe rival, volver a propiciar las más espectaculares voladas con la opción de Porteros Manual, recordar que en su casa le decían "Jaquitob" a Jackob Nielsen, portero danés, cuando era niño... darme la razón después de haber acuñado la frase de "Vilandre juega fuerte" hace tanto tiempo, cada vez que el recio mediocampista holandés corta con fuerza una jugada de los contrarios, volver a sentir las ganas de golpear a Idas o a López cuando se acercan corriendo hacia la cámara después de haber marcado un gol y en mi memoria revive el "Me lo merezco"... volver a sentir la gran rivalidad entre los poderosos delanteros argentinos Alfios y Pasualdo cada que no le hacen el pase perfecto al otro por su hambre de terminar la jugada... volver a reirme de los payasos Janco Tiano, Joe Della-Savia, Peter North, Heini Lenhardt, volver a escuchar el "¡Guach, conchenchadachoch!" del técnico uruguayo, volver a sentir la capacidad goleadora de Arnold Deboer al definir como "jugador de fútbol mundial" -aunque ya me di cuenta que en "simulación" REALMENTE se debe ser un jugador de fútbol mundial para hacer ese tipo de goles-, volver a anotar esos golazos de chilena...
Éste, junto con el GP1 de Microprose, han sido mis juegos favoritos de toda la vida. Me acuerdo de la incomparable sensación de velocidad la primera vez que uno se subía al monoplaza en Spa Francorchamps y cruzaba la parte rápida del circuito, justo antes del Bus stop chicane... hasta miedo me daba ir tan rápido, con los árboles pasando absurdamente veloces tras las vallas de protección, y yo tan concentrado, con los dientes apretados, apachurrando la A hasta el fondo para acelerar al máximo, con el motor rugiendo al límite... (también Space Invaders, Zaxxon, Digger, Frogger, el juego ese de Mazinger, entre otros, tuvieron su momento de triunfo) Cómo me gusta recordar estas cosas... Es hora de empezar a tener nuevos recuerdos, mejores que los que me pueden brindar largas horas frente a una computadora, jugándome el honor en el mundo virtual. Ahora que necesito sacar bastante de mi cabeza, qué mejor que dedicarme a viajar al pasado, cuando todo o casi todo, era felicidad. En vez de estos escapes fáciles debería aceptar mi edad, aceptar que el tiempo ha pasado y que hay cosas que gritan por mi atención... Ya las atenderé... después de volver a ser el campeón del mundooooooooo...
Si a alguien le interesa deleitarse con este deporte, escríbame y le mando el instalador (ocupaba 2 diskettes) por e-mail.
ResponderBorrarMe gustó mucho el primer párrafo... luego ya me perdí entre mucho detalle que desconozco... a propósito, ¿que es ¡Guach, conchenchadachoch!?
ResponderBorrarYo también jugaba con mis hermanas a los juegos de computadoras... pero nunca jugué a uno de fútbol, a lo más algo de autos, pero no mucho... nos gustaban más los de cartas, o de ingenio... nos la pasábamos jugando a veces...
muchos besos campeón del mundo
La mayoría de los juegos que me gustan ahora -aunque casi nunca juegue nada- son de deportes... Tenis, fórmula 1, fútbol... en la niñez teníamos uno de box que era enviciante también y el "Decathlon" para DOS, que era la mayor maravilla de su tiempo (siempre perdía en la última prueba, los 10.000 metros)
ResponderBorrar"¡Guach, conchenchadachoch!" es la expresión de desesperación del técnico uruguayo -lo imaginaba como un octogenario, talvez igual a Roque Gastón Máspoli- cuando, chocheando por su falta de dientes, les exigía concentración a sus sus jugadores ("guach" es una interjección que de pequeños inventamos con mis hermanos para denotar la vejez de las personas al hablar... y "conchenchadachoch" quiere decir "concentradazos", pero dicho por alguien que no tiene dientes). Gracias a esa concentración, Uruguay venció al imbatible y, en ese momento, mejor equipo del mundo: la selección sueca, en el primer mundial que jugamos con todo el proceso eliminatorio incluido. Suecia no había perdido ni un partido en todas las eliminatorias y esa derrota contra Uruguay fue la primera en muuuuuuuuucho tiempo.
Como dice mi hermano, tengo la cabeza llena de conocimientos que no sirven para nada...
Ahora conseguí otro juego, nada que ver con el deporte -a menos que alguien considere a la piromanía un deporte- y me entraron ganas de escribir un post sobre eso, pero antes tengo otros posts más urgentes.