Dylan, sin miedo a la máquina de escribir. Portada de uno de los bootlegs oficiales. |
Desde que leí que Dylan "competía" por el Nobel de Literatura, hace como 10 años, me dije "¿por qué no?" Habían pasado más o menos un par desde que empecé a escucharlo, tiempo suficiente para darme cuenta que el tipo realmente sabe escribir. Empecé a ponerle más atención, a escucharle y leerle, y más de una vez me pareció un candidato idóneo para el reconocimiento máximo de las letras universales (el premio Príncipe de Asturias que le dieron en 2007 fue en Artes, no en Letras –el de Letras sí se lo dieron a Leonard Cohen en el 2011–). Que sus textos estén acompañados de música es casi circunstancial para el caso, porque la Academia Sueca no analiza ni la música ni cómo toca ni cuánto ha perdido la voz a estas alturas ni si interpreta algún hit en sus conciertos para premiarlo. Las letras de sus temas son suficiente evidencia para ponerlo en el Olimpo de la literatura.
El boom de las referencias que ponían al buen Bob en la carrera por el Nobel pasó y dejó la misma sensación de sueño imposible que puede dejar la sola idea de que el equipo que uno alienta gane algo como la Copa Libertadores... Aunque bueno, como bien lo dijo Aliaga –y ya lo he repetido demasiadas veces en este mismo blog– "la esperanza se pierde después del semestre".
Y así llegó el jueves 13 de octubre del 2016 y el anuncio del Nobel de Literatura. Entre las frases en sueco con ese cantado que he aprendido a amar y a reconocer de tanto estar expuesto al cine de Bergman, apareció el nombre de aquel que, desde ese instante, estará por siempre ligado al premio. "Bob Dylan", se escuchó y los periodistas reunidos para cubrir el evento no se quedaron indiferentes. Un creciente murmullo de asombro y el estallido de aplausos llenaron la sala o el hall o lo que sea, y con él, las sinapsis del internet generaron instantáneamente la sorpresa, el gusto, la incredulidad, y hasta la ira y la decepción de algunos.
Nadie tiene la razón absoluta –o casi nadie–. Los que defienden y los que atacan a Dylan han expuesto sus razones. Yo también tengo las mías, someramente expuestas en el primer párrafo, y no voy a detallarlas aquí, al menos no sin una cerveza. La cosa es que solo la Academia Sueca otorga el premio, y lo hace según sus estándares. Por lo que a mí respecta, les agradezco que se lo hayan entregado a Dylan y que esos mismos estándares hayan sido, hasta aquí, demasiado altos para que los alcance Murakami.
Lo que hace que el Nobel de este año sea tan importante para mí se resume en tres detallitos. El primero, que mi favorito para el Nobel de Literatura ha sido Dylan desde hace añísimos. Si bien hincharé desde hoy por Houellebecq, no será jamás con el mismo sentimiento que le puse a mis esperanzas en el señor Zimmerman y en toda su obra, incluso después de haber leído la inexplicable Tarántula.
El segundo, el que potenció la alegría y la convirtió en una explosión instantánea de dicha, fue que, por primera vez en la vida, me levanté tempranito para ver el anuncio del premio en vivo y en directo. Había estado pendiente desde que empezaron con los de Medicina, creo, los primeros días del mes. Se preveía anunciar el de Literatura el 29 de octubre (todos los otros ya se sabrían hasta el diez), pero luego cambiaron la fecha. El canal de YouTube de los Premios Nobel transmitiría el anuncio en vivo el 13 a las seis de la mañana, así que puse la alarma de mi reloj para despertarme un poco antes. Llegada la hora me levanté, encendí la computadora, abrí el twitter y esperé a que salga alguien a decir a quién se lo habían otorgado, con la seguridad de que el elegido sería un completo desconocido para mí. El resto de lo que pasó ya lo conté, pero no dije que, dadas las circunstancias, me sentí como al terminarse los pénales de la final del 2008 (sí, otra vez lo tomo como referencia ¿y qué?) o cuando uno trasnochaba para la definición del campeonato de F1 en Suzuka como en el épico Schumacher-Häkkinen del 2000, o cuando uno esperaba la función de medianoche para ver alguna de Star Wars (sin tomar en consideración qué tan malas terminaban siendo).
Y el tercero es que, con el reconocimiento a mi favorito, sentí como si de alguna forma se estuviera haciendo justicia por todos aquellos que también han sido favoritos de la vida y se quedaron sin el premio: Borges –primerito–, Bukowski, Mishima, F. S. Fitzgerald, Cortázar, William Burroughs, Fuentes, Rulfo, Sábato, Céline, Malcolm Lowry, Nabokov, Kerouac, Ballard o hasta tipos como Tolstoi o Proust. La gran mayoría de los de esa lista no tenía ninguna chance de ganar, pero eso no le quita que ahí estén varios de mis favoritos, así como los que todavía viven y que no ganarán jamás: Loriga (casi haciéndole un favor), Houellebecq, Palahnuik o incluso Alan Moore.
Que los puristas no teman. No volverá a premiarse a mis favoritos. El próximo año se anunciará a un poeta de las minorías de un país que sufre, cuyo nombre no habré escuchado nunca, y el siguiente al más recalcitrante de los tradicionales. Todo volverá a la normalidad y nunca más se premiará a un Dylan, a un Silvio Rodríguez, a un Atahualpa Yupanqui, a un Spinetta, a un Leonard Cohen o a un Casares. Así que lo que dice este texto –¿alguien sabe qué es?– jamás se cumplirá.
Lo que vaya a pasar el 10 diciembre en Suecia es un misterio. La Academia Sueca se dio por vencida en sus intentos de contactarse con el compositor laureado. La página de Dylan eliminó la única referencia que hacía al Premio Nobel tras un día de tenerla al aire. Me gustaría que Bob se presente, reciba la medalla de oro puro y todo ese dinero y que diga algo. Si es posible, que lo haga con guitarra en mano. Solo sé que desde este año mucha gente ya tiene su "Nobel favorito". El mío era Coetzee... ahora ya no sé.
Soy fan, muy fan de Dylan, y espero que me alcance el tiempo en este mundo para disfrutar y estudiar sus obras con la dedicación que se merece. Ya no me faltan muchas, solo el Fallen angels, todos los bootlegs oficiales (excepto uno) y el Crónicas I.
¡Y salud por Bob, que se lo merece!
PD: El título del post no tiene mucho que ver con el contenido. Simplemente lo llamé así porque es la más perfecta frase construida en inglés desde el inicio de los tiempos y es obra de Dylan en su tema Not dark yet del Time out of mind de 1997.
Yo no soy muy fan de Dylan (espero me perdones!!), pero me alegro mucho por todos los que lo siguen y saben apreciar. Es curioso en todo caso que le den un premio a un músico. Hay tantos buenos, y tantos escritores aún en el tintero también. A lo mejor idear un Nóbel a la Música o al Arte? Uff qué difícil sería elegir!
ResponderBorrarYo también he pensado en que debería haber un Nobel para la música, creo que sería lo más justo. Así quienes tanto se quejan por el premio a Dylan estarían tranquilos porque seguro no se lo hubieran dado en Literatura.
BorrarPero bueno, lo hecho, hecho está, y sí que se lo merece.