Me acerqué al bar para comprar una cerveza. Ella estaba ahí, comprando algo también con su madre. Ya habíamos saludado cuando ella llegó al lugar. Nos miramos, sonreímos, y me preguntó que cómo era que me llamaba yo. Le dije mi nombre y ella lo repitió. Entonces le pregunté su nombre y ella me lo dijo. Hasta ahí, todo bien. Después ella, notando una falta de decisión o un exceso de timidez o, simplemente, unas pocas ganas de conversar, me preguntó si yo era el tipo que se le acercó a conversar en el Aguijón. Yo sonreí y le dije que no, que no era yo. Ella dijo que sí, que sí era yo. Yo estaba seguro que no era yo, pero, por si acaso, por si no me acordara haberme acercado a alguien alguna vez que estuve en el Aguijón, le pregunté que cuándo había conocido al tipo este y ella me dijo que la semana pasada. Con esa respuesta quedé seguro que no era yo y le dije que no era posible que haya sido yo porque no he ido al Aguijón en años. Creo que ella creyó que me estaba haciendo el chistoso y siguió insistiendo que sí era yo, que ella se acordaba clarito de mi cara y que, además, mi nombre es el mismo. Aunque parezca extraño, dudé y traté de recordar rápidamente qué había hecho cada noche de la semana pasada. Empecé a hacer memoria con la esperanza de encontrar alguna salida con exceso de alcohol incluido que hubiese podido terminar en un lugar que no recuerde con gente que no recuerde haciendo cosas que no recuerde. Si alguna vez en la vida fui capaz de semejantes proezas, fue hace demasiado tiempo... Me sentí un poco mal por eso, porque la irresponsabilidad perdió la guerra hace años y ahora no queda ni un monumento a los caídos.
La conversación siguió, con ella tratando de convencerme que me le había acercado a conversar en el Aguijón y yo tratando de defenderme, sin tener cómo hacerle saber que yo sería incapaz de acercarme a una chica así en un bar o en cualquier lugar, que mi timidez patológica suele ponerle llave a mi puerta para que no salga y que, por otro lado, detesto el Aguijón -ya saben, por todo eso de que los tipos duros no bailan-. Le recordé que sí nos habíamos conocido hace no mucho, nos habían presentado, y que talvez por eso mi cara le resulta familiar, pero ella ni se acordaba y me seguía poniendo mentalmente a su lado en el Aguijón. Creo que mis argumentos tenían más peso que los suyos, por lo que me parece que pude convencerle que ese tipo no era yo, aunque algo en su mirada, algo incómodo, me hizo creer que ella creyó que yo sólo quería hacerme el loco o algo por el estilo. Un rato me dijo que sí era yo, que el tipo ese le había dicho que es ESCRITOR y yo me reí. ¿Debería ser eso yo? ¿Debería decírselo a las chicas en los bares? No creo que eso cambiara nada. Después de todo, no le dije a ella que yo no sea un escritor... Sólo le pregunté que si era un buen escritor y ella me dijo que no sabía, que sólo habían conversado y nada más, que no había leído nada de él. Creo que a ella le gustó...
Todo esto, además de traerme las interminables reflexiones inútiles sobre cosas inútiles, volvió a sacar a la luz que los gafapastas o hipsters o lo que sea que sean -¿que seamos?- están de moda. No importa que yo haya empezado a usar este tipo de lentes hace 16 años y que hace apenas un par se hayan puesto de moda por acá, y que ahora todo el mundo quiera usar mi look. Ahora que todos somos iguales y que yo soy uno de ellos, cualquier chica que sufra los embates de un escritor con cierta melena y lentes de marco grueso en cualquier barsucho, podría estar segura de que fui yo el causante del acoso nocturno.
¿Será que hay alguien que quiere hacerse pasar por mí, cobijado por la noche y la seguridad de saber que no me encontrará en esos lugares? ¿Será que Franklin Ramírez anda ahora diciendo que se llama como yo y que es escritor -no me consta que no lo sea, pero igual-? ¿Será que tengo doble personalidad y que, mientras duermo, sale mi Tyler Durden, sin cambiarse mi nombre, a hacer de las suyas, las mismas que yo nunca podré hacer?
Sea lo que sea, él debe divertirse más que yo, gracias al poder que da esquivar la censura y la timidez. Un brindis por el escritor ese...
Me gusta como te quedó el blog. Es cierto que quedaría mejor con el fondo transparente, pero ya lo conseguiremos! :) Pero está bonito...
ResponderBorrarSobre el tema... lo que pasa es que tienes muchos clones sueltos... eso ya lo sabíamos... yo me he encontrado con varios por ahí, aunque preferiría que fueses tú. Ahora, que más encima se llamen igual que tú, es bastante coincidencia. ¿Será que eres sonámbulo? jajaja
¿y si le hubieras dicho que eras tú? ¿qué hubiera pasado?
Besitos señor Gatuno
A mí también me gusta cómo quedó, aunque creo que todavía podría mejorarlo un poco. A ver si hoy me doy el tiempo y lo acomodo.
BorrarNo sé si habrá muchos clones míos, ojalá que no, pero sí creo que "el modelo" de todos es el mismo, por eso los lentes están tan de moda ahora. Creo que si le hubiera dicho que sí era yo, no hubiera tenido cómo mantener la mentira con la chica porque seguramente hubiera hecho referencia a algo que conversó con el impostor y yo no hubiera tenido ni idea...
Besos.