Concierto de Christina Rosenvinge en la Plaza del Teatro, en el cierre del Encuentro Internacional de Cantautores, en Quito, 13 de junio de 2010, 11h00, junto a Jorge Villamizar, Dayna Kurtz y Marta Gómez.
Escuchaba su voz, voz seductora que me sonaba un poquito ingenua, con la misma ingenuidad que creía descubrir en su música, en ese pedazo de corazón que dejó dentro de la bota de alguno para que le duela si se va con otra. La veía en los videos y me gustaba, y comentaba con los amigos lo guapa que era y un poco más, aunque con el paso de los años y su desaparición de las tiendas de discos ecuatorianas prácticamente nos hayamos olvidado de ella. La encontraba sin saberlo en las palabras que llenan mi libro favorito -sólo ahora me entero que hay mucho de ella en esas imágenes que se rehusan a desaparecer de la memoria-. La redescubrí sobreviviendo a un Verano fatal, en un dúo que llenó tardes tristes y no tan tristes (por este último par de puntos pensé que es la mujer de la vida de los hombres de mi vida -un poco exagerado, porque no sé si ella habrá llegado a ser la mujer de la vida de Ray Loriga y de Nacho Vegas, y es bastante cierto que, pese al Tokio ya no nos quiere del primero y a la discografía completa del segundo, ni Loriga ni Nacho son los hombres de mi vida-). Y ahora la encuentro aquí, ¡chas! apareciendo a mi lado, sentada a menos de un metro de mí en el Variedades, pidiéndome que le abra la botella de agua, riéndose de mis preguntas sobre lo que no le gusta de lo que ha escrito, contándome de su amor por la obra de Leonard Cohen, mirándome un poco inquisidora cuando me demoraba en hablar, diciéndome que le gustó mucho la charla que mantuvo conmigo y con los 47 asistentes, contándome que los mil pedazos de su corazón salieron directamente de un sueño -afortunada ella que puede hacer cosas como esa-, un poco despeinada al pasar su mano por el cabello rubio danés, preguntándome que qué escribo, revelando sus ganas de escribir el soundtrack para alguna película y hasta recordando mi nombre al momento de firmar y poner la dedicatoria en mi Tu labio superior... Christina Rosenvinge estuvo en Quito y yo tuve la chance de hablar con ella.
Ahora que lo pienso, planifiqué todo mal. Debí haberle sacado el jugo a la oportunidad, hacerle una estrevista a Christina como la que le hizo William Burroughs a Patty Smith, debí haber llevado una cámara de fotos para que quede aunque sea una fotito del encuentro, debí haber conseguido una grabadora para registrar sus palabras o llevado la mini filmadora chimba al concierto. Pero ya, la chance pasó y todo se me ocurrió tarde. Pero igual, no me puedo quejar. Más allá de ser un trabajo o una de esas oportunidades de exponerse mediáticamente, tener mis 15 minutos de fama y ganar una que otra felicitación de las personas a quienes les gustó cómo lo hice, fue una conversación con una mujer que ha vivido inmersa en el mundo de la música desde hace como 20 años, que vive de eso -más allá del tiempo en el que sobrevivió de una herencia que le dejó un pariente-, que ha sido enterrada y se ha desenterrado más de una vez, que ha grabado y compuesto con músicos muy diferentes a ella y entre sí, que ha escrito discos en español y en inglés y que tiene una hermosura a prueba del paso de los años. No voy a hablar mayormente de su apariencia. Quienes la hemos visto sabemos que no hay palabras. Pero puedo decir que es mucho más inteligente que bonita, se le nota al hablar, se le descubre cuando cuenta sus historias, sus procesos y anécdotas, y está también en la elegante forma de salirse por la tangente y dejarnos con las ganas de saber en qué canciones deja mal parado a Loriga después del rompimiento. Da gusto poder hablar con gente que tiene mucho que decir y que lo dice con esa claridad... con una mujer brillante que conquistó a quienes la vieron.
Y bueno, de su presencia escénica ni hablar. Si es hermosa respondiendo preguntas, lo es mucho más armada con una guitarra y un micrófono, cantándonos y contándonos -con esa voz más sensual sobre el escenario que en la conversación del día anterior- de qué están hechas sus historias, aunque la audiencia haya estado un poco fría en la mañana lluviosa de la Plaza del Teatro. Era el concierto de cierre del Encuentro Internacional de Cantautores -gracias al encuentro tuve también la chance de participar en la charla de la que hablé antes, un tú a tú entre una escritora de canciones y un escritor de... ¿de qué? Por esas coincidencias, yo venía escuchándola mucho este año, descubriendo sus discos y grabándomelos en el inconsciente, preguntándome qué será de ella... y de repente aparece el Juan Martín y me pone en frente esta irrepetible oportunidad de conocerla.- Obviamente fui con la intención de verla a ella. Ya había cantado Jorge Villamizar y fue el turno de la Rosenvinge. Tengo que confesar otro error... es que no se me ocurrió ir escribiendo el setlist de su presentación. Aquí en la casa trato de romperme la cabeza y la memoria para reconstruir la sucesión de canciones. Como era de esperarse, no lo logro y me limito a hacer una lista de temas en un orden que no se apega a la realidad. La cosa es que más o menos resultó así:
- Señorita
- La distancia adecuada
- Sábado
- Jorge y yo
- Eclipse
- Negro cinturón
- Yo por ti
- 1000 pedazos
- Animales vertebrados
- Alguien que cuide de mí
---
- Pálido
- Anoche
- La distancia adecuada
- Sábado
- Jorge y yo
- Eclipse
- Negro cinturón
- Yo por ti
- 1000 pedazos
- Animales vertebrados
- Alguien que cuide de mí
---
- Pálido
- Anoche
Ella en la espectacular guitarra Gibson y en la voz y Charlie Bautista en la otra guitarra y en el piano de media cola nos regalaron estas canciones -creo que me falta por ahí alguna- y me dejaron bastante satisfecho. No me espraba una explosión de rocanrol sino justamente lo que escuché: interpretaciones íntimas y cargadas de un agradecimiento a Quito y a su gente por su par de días entre quienes compartimos con ella, Tu labio superior en mi boca mientras cantaba los temas y un repaso de los hits radiales que pegaron acá hace como 15 años. Me hubiera gustado que dure más, que toque Al fin sola, al fin loca, pero con Señorita ya para qué la vida... Después de su presentación, Dayna Kutz deslumbró con par temas y su voz que llegó hasta la Cima de la Libertad, y cerró el cartel Marta Gómez con su world músic que le encantó al público. Por ahí me llegó el rumor de que al final iba a haber una especie de jam session general entre todos los participantes, pero ya no nos pudimos quedar... Tocará preguntarle a alguien si hubo o no tal improvisación masiva.
Al final, después de escuchar esa voz inconfundible e irrepetible, tengo un disco autografiado. Su letra, un poco patoja debido a la incomodidad en la que me lo firmó, esconde lo que quiso decir. Se lee "A Alejo con mucho" y luego una palabra que no se entiende para nada y que yo quiero leer como "amor", seguida de su firma, un intento de Christina, tan indescifrable como lo anterior. Y como ella tenía que seguir firmando autógrafos, se quedó con mi esfero. Espero que algún día tenga la chance de recuperarlo, sería la excusa perfecta para volver a verla, para ver si, ahora sí, esa señorita quiere rimar conmigo.
Ahora me acuerdo de una canción que me faltó poner en el setlist. Como era el cumpleaños de su ingeniero de sonido, control master, director sonoro o como quiera que le haya dicho -cuyo numbre tampoco recuerdo-, Christina le dedicó el viejo y popular "Cumpleaños feliz".
ResponderBorrarSi ustedes creían que la versión de Marilyn a Kennedy era sexy, debieron haber estado en la Plaza del Teatro...
Cuando conversé largamente con ella, algo contó sobre su relación con Loriga y sobre que ella se encontraba en algunos de los textos de él. Empecé a leer Héroes y definitivamente la encontré, no hay cómo perderse, es ella. Transcribo aquí unas líneas donde habla de Christina sin decir que es ella:
ResponderBorrar"...hasta que apareció una preciosa chica rubia y alguien dijo como se llamaba, pero no me enteré, y se sentó en el suelo y el príncipe rana le pasó una guitarra y ella se puso a cantar con una voz que parecía estar agarrada a una cornisa con una sola mano y cantó algo sobre un corazón que pasaba la noche fuera de casa y que volvía siempre por la mañana destrozado en mil pedazos. Cuando terminó su canción todo el mundo aplaudió, y la chica rubia no dijo nada.
Tenía una sonrisa pequeña y eso fue todo lo que nos dio, aparte de la canción."
No he terminado de leer, así que no sé si vuelve a hablar de ella o no. Si me acuerdo cuando termine el libro, les aviso.