Me asomo por la ventana y tomo una foto. No soy una de esas personas que lleva su cámara a todos lados y toma un montón de fotos, aunque me gustaría serlo. Me gustaría ser muchas cosas que no soy... Tomo la foto principal que ilustra este post y, aunque no es tan expresiva como hubiera querido, se ve claro. Además, pienso en poner también la otra foto.
El otro día escuché en la tele que el alcalde quiere hacer que la ciudad se vea más bonita, escondiendo todos los cables de luz que hay en los postes -supongo que eso significa también que va a quitar los postes-. Que se ve feo, que es peligroso, bla, bla, bla... Se entiende su idea, pero me parece la estupidez más grande del mundo. La belleza caótica de los cables enmarañados es lo mejor que tiene esta ciudad. Es lo mejor que tienen muchas ciudades. Con esto no quiero decir que Quito sea fea. Es una ciudad hermosa, la más hermosa en la que he estado, llena de lugares bonitos, llena de historia y sensaciones... Y parte de esa belleza cuelga despreocupadamente sobre nosotros, los transeúntes que no levantamos la cabeza y nos perdemos el espectáculo muerto más lleno de vida y de confusión. Transformadores, alguna cometa enredada, cables gruesos, cables delgados, cables que cuelgan como hamacas para pájaros, cables rotos que llegan al piso. Cables, cables y más cables creando cuadrículas para los tableros del ajedrez invisible de quien nos maneja como fichas en su juego a perder. Sencillamente hermoso. La belleza no planificada en la que el tiempo transformó al progreso.
Nadie quiere quedarse sin luz, teléfono, internet, televisión por cable... Yo no quiero quedarme sin los cables.
Más allá del punto de vista estético, me pregunto si el alcalde pensó cómo lo hará. No debe ser nada fácil. Claro que si mismo mismo piensan hacer el tal metro en Quito, pueden aprovechar toda la destrucción bajo tierra para acomodar por ahí mismo unos cablecitos -miles de ellos- y hacer que la ciudadanía se olvide del problema. Pero la transición entre cables a la vista y cables escondidos debe ser terrible. Cuánta gente se quedará sin servicios, cuántas quejas, cuánta producción perdida por un capricho de belleza... Es como una de esas inservibles cirugías estéticas o extreme makeovers que dejan al paciente -la víctima- peor de como estaba. Creo que hay que pensar mejor el asunto .
Y si, como dice, quiere quitar todos los cables -creo que dijo todos, no sé, no le puse mucha atención tampoco, la verdad- y ponerlos bajo tierra, va a tener que hacer huecos por debajo de toda la ciudad, con o sin metro. Gran idea para una ciudad construida sobre quebradas rellenas en una zona de gran actividad sísmica. Tocará irse a vivir a otro lado cuando empiecen, porque tampoco creo que se demoren poco tiempo en eso. Irse a una ciudad con sus cables por el cielo que me ayuden a cobijar en las mañanas de sol. Quién sabe, talvez hasta me muera en esa hipotética ciudad, ciudad extraña y ajena, pero con cables sobre mi ataud.
Buen post. Me encantó tu punto de vista -usualmente los cables son considerados, así como los considera el alcalde, cosa fea. Pero me hiciste dar cuenta que aquella maraña voladora es parte fundamental de la estética quiteña, esa estética extraña, que mezcla lo bonito con lo feo y de alguna manera llega a ser acogedor.
ResponderBorrarTanto me gustó tu post que me acordé de una vieja foto, una de las primeras fotos que tomé en película blanco y negro, y que revelé con mis propias manos. La comparto aquí contigo: http://www.flickr.com/photos/hotchoclo/4541964543/
Querido derrelicto,
ResponderBorrarDiscrepo contigo hoy... A mí no me gustan los cables, nunca se me hubiera pasado por la cabeza compararlo con un tablero de ajedrez invible. Pero es una bonita analogía.
En Santiaguito de Chile también tomaron iniciativa, no en todas partes creo, pero en gran parte de la ciudad. Concuerdo contigo de que es una complicación y un dolor de cabeza durante el proceso de quitarlos y volver a ponerlos, pero se gana muchísimooo!! de verdad que se ve mucho más bonito. Yo creo que te gustará también, se aprecia mejor la ciudad. Al menos así me lo parece a mí.
También tuvo la ventaja que cuando había temporales, solían cortarse cables, caerse postes o cosas así... y eso se evita con los cables bajo tierra... pero también la desventaja que cada vez que quieren arreglar algo, tienen que "entrar a picar" como dicen en Chile... abrir de nuevo ;)
Pero para mí, el balance es positivo!!! :*
Hola Fabián, gracias por pasarte por acá. Buenaza la foto, es eso exactamente a lo que me refiero... Cuando fui a México saqué algunas allá. Una ciudad tan grande no puede tener organizados todos sus cables por lo que ofrece maravillas a quines nos sabemos fijar en ese tipo de cosas.
ResponderBorrarSi el alcalde cumple sus promesas, deberemos aprovechar este tiempo para disfrutar de la extraña estética quiteña mientras dure...
Consuelo querida. A veces, las cosas más raras me parecen hermosas, como las marañas de alambres sobre mi cabeza. Por más "limpio" que quede el cielo quiteño si las quitan, sentiré que a la ciudad le quitaron una parte hermosa de su personalidad.
ResponderBorrarLoquillo, ultima noticia... ya empezo... comenzaron a quitar los cables en el sector de la mariscal.... por suerte estas de vacaciones y no lo vas a ver (hasta tu retorno :( )
ResponderBorrarSaludos...
Noooooo... malditoooooooooos. Espero de todo corazón que no lo logren.
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