Ir al contenido principal

Dejarlas partir

Como entrar al camerino después del partido final, con la tristeza incontenible en el alma, con la camiseta de algún contrario en la mano, con una medalla de perdedor en el cuello y con demasiados goles en contra. No podía faltar la comparación futbolística porque vivir es jugar y yo quiero seguir jugando... Es justo en ese maldito momento en que uno se da cuenta que el trabajo de toda la temporada se fue a la basura, todos los goles, todas las ilusiones, todo el sufrimiento, las remontadas, los instantes de gloria, los empates al último minuto, los pénales detenidos. El partido más importante es la final, justo el partido que se perdió... que lo digan los tipos del equipo que perdió el Super Bowl el año pasado -no me acuerdo quiénes eran, sólo sé que perdieron contra el equipo de Manning-. Ser segundo no está mal, es el subcampeón, el segundo mejor... el primero de los perdedores. Y es también en ese maldito momento, el mismo maldito momento, que uno se da cuenta que, para estar en la final en la próxima temporada, habrá que mejorar el trabajo de ésta... y para eso falta todo un año en el que talvez la suerte no nos acompañe o quién sabe si una lesión nos dejará afuera o un mal árbitro. Es el momento ideal para perder las ganas de vivir porque volver a empezar es tan difícil como volver a perder.

La alegoría futbolística funciona a la perfección para la vida, porque la sensación es igual cuando se pierde un amor o una de esas ilusiones. A la mañana siguiente te despiertas sin ganas de levantarte, con los ojos rojos y con tal sed que podrías tomarte todos los bares que se te crucen ... y no se te quitaría la sed. Me ha pasado muchas veces y, aunque trato de aprender técnicas de defensa, siempre me encuentran descubierto en algún punto... y ya saben, ahí viene lo de ya me han contado hasta ocho... Después de tranquilizarse un poco, uno suele enfrentar esa montaña que hay que subir, justo cuando nos han robado la silla de ruedas... y lo peor de todo es que esa montaña es tu propio Gólgota. Obviamente, no hay forma de hacerlo. Uno se siente la cosa más insignificante del mundo.

Generalmente sólo hay dos formas de poder seguir. La una es dejar que el tiempo pase -aunque bien dice la canción que el tiempo no cura nada, el tiempo no es un doctor y que sólo te sana lo que no importa ya-, pero eso suele tomar demasiado porque nadie puede adelantar siquiera un segundo para acortar la agonía. La otra forma es el viejo y conocido clavo que saca a otro clavo, listo para mitigar el dolor del afectado a punta de besos, caricias y demás, con ese poder que tienen las elegidas de instalarse como un tumor inoperable dentro de tu cabeza, distrayéndonos y abstrayéndonos mientras el otro clavo lentamente empieza a aflojarse, el dolor parece menguar y hasta ella parece darse cuenta y propiciar el comienzo de la sanación. Claro que hay que tener suerte. Dos veces suerte. La primera para encontrar al mágico clavo. La segunda para no toparse al otro clavo inesperadamente y con el escudo desactivado. Pero lo más importante es no intentar atarse al sentimiento. Hay que dejarlas partir... eso es lo más complicado que hay que aprender. Todos los clavos salvadores del mundo entero pueden cruzarse en nuestro camino que si no queremos liberarnos y liberarlas a ellas, no lo lograremos y nos arrastraremos un buen tramo de la vida. Después de miles de intentos lo he entendido... ahora veamos si se puede poner en práctica.

Así que no hay que preocuparse por el niño de la foto. Tendrá salvación. Por nada del mundo quiero que sufra, porque es el André, pero ojalá se encuentre con muchos clavos en su camino, que sea un camino largo y, sobre todo, que le vaya mejor que a mí. Sé que algún rato encontrará a alguna mujer que le rompa el corazón. Aunque es algo terrible e insoportable, no imagino la vida sin eso. Pero algo me dice que él será quien rompa los corazones. Está bien, algún rato alguno de nosotros tenía que ganar...

Y la niña...
Ella estará bien, se los aseguro. Alguna vez será el un clavo, alguna vez será el otro clavo. Ellas siempre están bien.

Comentarios

  1. no siempre... aveces uno creo que son ellos los que SIEMPRE están bien.

    ResponderBorrar
  2. Bueno, digamos que en tu caso son ellos... en mi caso son ellas las que están siempre bien... Dejémoslo en un empate.

    ResponderBorrar
  3. No no no... perdóname pero en mi blog, y en el de otras cuantas chicas que conozco, hay trágicas historias de terminadas en las que no salimos bien. El problema es que estamos convirtiendo esto en una cuestión de géneros cuando es una cosa universal. Y estoy de acuerdo en que el asunto es insoportable, aunque uno siempre vuelve a caer. Yo ya caí otra vez en estos días... y todo es bonito ahora... ojalá que dure! (odienme ahora, como yo hace una semana odiaba a los enamorados jeje)

    ResponderBorrar
  4. ya pues ! un empate por que me caes bien!

    ResponderBorrar
  5. Hola Shool.

    Más que una cuestión de género, es una cuestión de egoísmo. Como dice debajo de la foto de Borges que está en algún lado de la columna derecha: "Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí"... O sea, es siempre "el otro" el que está bien. Para mi suerte y deleite, este "otro" es siempre una mujer.

    Yo pierdo y a ellas ni les importa. Ese es el resumen.

    Ya me pasaré por tu blog para enterarme de esas trágicas historias. Y no está mal dejar de odiar a los enamorados por un momento...

    ResponderBorrar
  6. Bueno Ícaro, un empate entre quienes nos ha ido un poquito mal en estas cosas.

    Y un beso.

    ResponderBorrar
  7. Pero no quiero dejarla partiiiiiiiiiiiiiiiir...

    ResponderBorrar
  8. ¡¡¡Darme un chsite!!!

    Leyendo las estadísticas del blog encontré que un tipo llegó a este post buscando foto de NNNN. NNNN. en quito ecuador (donde NNNN. NNNN. son el nombre y el apellido de una mujer).

    Debe ser alguien de otro país que llegó a ella por su blog... Ojalá no sea como el anterior extranjero que no valió para nada.

    Si supiera que sí tengo fotos de esa mujer.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Escriban, que yo no dejé a nadie...

Entradas más populares de este blog

Las enfermeras de la vida real no son como las del Show de Porcel

Ya ha pasado un año... Mi última visita a un hospital (espero que sea realmente la última) fue una mezcolanza de experiencias: el dolor insoportable, las ventajas de faltar a la oficina varios días, la incomodidad de las intravenosas... y las enfermeras... Sobre el dolor podría hacer un ensayo entero. Bastará con decir que, por esos días, cargaba el terrible peso de un corazón recientemente roto, esa sombra que a uno lo persigue a todos lados, le roba la sonrisa y se antepone a cualquier sensación o sentimiento. Pero, como dijo sabiamente mi Padawan, no hay dolor del corazón que se compare al de una rodilla rota o, en mi caso, al de un intestino rebelde. De la oficina y las intravenosas tal vez hable algún otro rato, pero de las enfermeras... Cierto es que el dolor y las drogas me sacaron de la realidad, pero también es cierto que no había nada más real que esas enfermeras. Mujeres contundentes y forradas de blanco, hacían su trabajo como quien lo ha venido haciendo por siglos. Sus ca

Lunático

Las cosas salen de los lugares menos pensados... El otro día me fui a ver La tourneuse de pages y conocí a Déborah François , la protagonista, hermosa mujer dueña de una belleza perturbadora, pese a no ser el tipo de mujer que me gusta -o talvez por eso-, y dueña también de un par de lunares en el cuello. De la película mejor no hablar, así que de una me dedico a lo que salió de la caja de Pandora que se abrió con los lunares. Fue algo totalmente imprevisto, un disparador escondido en lo recóndito del inconsciente, en la parte prohibida de la memoria... Prohibida porque es el camino directo a la bodega donde se guarda lo que no se debería volver a ver. Estoy exagerando... me gusta recordar algunas de estas cosas que alguna vez fueron letales y premeditadas minas antipersonales que dejaron enterradas ciertas chicas para volarme en pedazos después de su partida -toda mina extermina-. Con el paso del tiempo me he dado cuenta que hasta el más insufrible dolor deja de ser lo que era... qué

Las prefiero con lentes

¿Que por qué me gustan las mujeres con lentes? Pues no lo sé... sólo sé que, aunque una chica me parezca guapísima, me parecerá más guapa aun si la veo con lentes. Depende también del tipo de lentes -porque hay unos que no tienen nada que ver con nada- y del tipo de mujer -porque a algunitas ni los lentes más perfectos les salvan-; en resumen, las mujeres con lentes atrapan mi mirada, y suele pasar que no las puedo dejar de mirar. Después del caso de la parada de bus aquella vez, me sentí inmortal, bien y mal. Cuando vuelvo a verla con lentes pierdo y gano algo, pero me quedo igual, sin un “que te vaya bien” ni un beso ni nada, y seguimos nuestro camino como lo que somos, como dos extraños, aunque yo pueda dibujar su cara de memoria en la oscuridad, siempre con lentes... Yo la prefiero con lentes. Ella me prefiere lejos.

¿El mejor deportista de todos los tiempos?

¿Quién es el más grande de todos los tiempos? Por primera vez en la historia de la humanidad, una persona se portará objetiva para una elección tan importante como esta. Y esa persona seré yo. Esto no es cuestión de favoritos, es cuestión de datos reales. Si fuera por favoritos, en el podio estarían tipos como el Diego, Jean Alesí y Goran Ivanišević o Schumacher, Lou Bizarro y Ben Johnson o el Macho Man, Platiní y Rolando Vera. Tampoco será una elección basada en los conceptos típicos de deportividad o algo así, como lo que decía esa frase con la que empezaba un programa de hace años en la Nueva Emisora Central: “Deportista es aquel que no solamente ha vigorizado sus músculos y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino que, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir la cólera, a ser tolerante con su compañero, a no aprovecharse de una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con alt

Vos sos Dios... vos sos lo más

No importa cómo, no importa cuándo... Charly García es Charly García y sólo él es Charly García. Así esté vestido impecablemente, con los ojos pintados, revolcándose ebrio, lanzándose desde el noveno piso a la piscina, destrozando los amplificadores, demoliendo hoteles, casi inmóvil frente al piano, pateando fans o recibiendo un Grammy, tiene tanto para dar con esa genialidad que le desborda, que me obliga a preguntarme hasta dónde podrá llegar... hasta dónde la podra aguantar el mismo García. Fui a su concierto el sábado (21 de noviembre de 2009, en el coliseo General Rumñahui de Quito). Es la tercera vez que lo veo ahí, en el escenario, repitiéndome las cosas que me ha dicho toda la vida desde sus discos. Es algo que había dado por perdido... No esperaba volver a verlo, al menos no aquí. Pensaba que talvez en algún hipotético -y poco probable- viaje a la Argentina podría verlo tocar otra vez en algún bar, en alguna disco, en una plaza... en cualquier lado... Ahora, con la emoción cer