Esto es lo que te mereces, maldita (Sacado de JNS – ISRASWISS) |
Decir que el día había comenzado muy bien. Abrir los ojos y verle a la Carmenlou dormida a mi lado, desnuda, hermosa como siempre, despertando sin saberlo mi cuerpo, talvez un poco demasiado. No, no iba a hablar de eso sino de lo que fue saliendo mal. Primero, al salir de su casa, y después de que se me había ido ya un bus lleno que no me quiso parar, me subí a una buseta que ofreció llevarme hasta el redondel del Rumiñahui, templo del rock. Subí, saqué mi libro y leí mientras avanzaba por el serpenteante camino de Guápulo. En eso, la buseta se paró para recoger a más gente y la puerta hizo unos ruidos muy normales. Por algún designio del destino se me ocurrió meter mi mano en el bolsillo y descubrí que se me había caído el teléfono, y el golpe que dio fue parte de esos ruidos. Alcancé a cogerlo mientras se iba resbalando para los asientos de atrás y me sentí afortunado de haberme dado cuenta tan a tiempo. No me hubiera gustado perder el aparatito. Capaz que me tocaba después comprar un teléfono inteligente.
Eso fue en la mañana. Mientras el día pasaba, un dolor y ardor en la garganta -que ahora es bastante más fuerte de lo que fue mientras estaba en la oficina- crecía en mí como un mal presagio. Llegó la hora de salir, terminé todo a tiempo y salí. Por la calle me apuré porque quería llegar pronto a la casa para ver cómo hacía para deshacerme de este malestar. En la parada de la Ecovía me puse junto a la puerta y esperé a que llegara el contaminante transporte público. Estaba repleto, pero yo no quería esperar al siguiente, así que me metí como pude y me acomodé en un apachurramiento bastante normal para esa hora. Con mi libro en la mano, tratando de sujetarme de la puerta y la otra mano queriendo ser una ventosa para agarrarme de algún modo del techo, llevé al límite a mi equilibrio e intenté incomodar lo menos posible a quienes me rodeaban.
Como suele pasar en estos casos, los aromas de la gente se van acumulando porque, por un extraño motivo que nunca entenderé, el populacho prefiere la pestilencia al viento rico del verano, lo que les impide abrir las ventanas. Para mi desgracia una horrible mujer estaba a mi lado, tan cerca que sentía que su olor se apoderaba de mí. No había espacio para escapar, así que me quedé junto a ella, tratando de no tocarla, aunque era imposible. La miraba de reojo, tratando de contener la respiración, y todo lo que veía era un repelente masculino. Quién sabe desde hace cuánto no se haya bañado, su pelo parecía el paraíso de los piojos y la grasa y deba señales de no haber estado en contacto con ningún producto de limpieza corporal en algún tiempo. Por la forma en la que hedía, a ninguna parte de su cuerpo le era familiar la presencia de agua y jabón. El Joseph Merrick de sus tiempos del circo tenía bastante mejor pinta y aroma que este esperpento.
En tanto apachurramiento siempre suelo andar tanteando mis bolsillos para tratar de defender a mi teléfono de los choros. Como tantas otras veces, lo saqué y vi la hora para que los potenciales ladrones vean que no valdría la pena arriesgarse por un artefacto que perfectamente podría datar del siglo pasado, y abandonen así sus nefastas intensiones. Pero bueno, con esa maniobra sólo puse a salvo a mi teléfono, por segunda vez en el día, pero mi morral seguía sin mayor protección que la presión que ejercía la misma gente. Esta mujer -si es que a semejante bazofia se le puede llamar mujer- tenía su propia mochila, que caía perfectamente sobre mi morral. Con lo desconfiado que soy, iba mirando a la gusana en cuestión pero nunca pude ver su mano izquierda. Deseé con todas mis fuerzas que no estuviera muy cerca mío, pero talvez no desconfié lo suficiente, porque lo que me hacía desear alejarme de eso no era el miedo a ser asaltado, sino el asco. Una curva un poco violenta de la Ecovía me obligó a bajar mi mano del techo y aproveché para, como suelo hacer siempre, cerciorarme de la integridad de los cierres de mi morral. Cuál sería mi sorpresa al tantear y encontrar que el receptáculo de mis pertenencias estaba abierto. Sólo atiné a decir un sonoro "¡qué diablos!" mientras metía la mano hasta el bolsillo en el que guardo la billetera, solo para encontrarlo también vulnerado y sin la billetera dentro. Hay que reconocer que esa infecta presencia había actuado muy rápido y, en menos de un minuto, se había hecho con mis pertenencias. Entonces empecé:
"¿Por qué demonios está abierta mi mochila..." dije, alzando la voz para que todos lo que nos aplastábamos cerca de la puerta pudieran oírme, "...y por qué extraño motivo mi billetera se está cayendo por el suelo?", concluí al ver que, descubierta en el último momento, el remedo de persona dejaba caer una billetera digna del mismísimo Patrick Bateman por entre los pies de los viajantes. Como era de esperarse, la arpía deforme se sintió ofendida cuando la descubrí, aunque no repuso nada. Intentó no mirarme mientras me agachaba a recoger lo que es mío y que jamás será de ella. Bajó la mirada al sentir el peso de las acusaciones de los pasajeros y, al abrirse la puerta, salió disparada entre quienes intentaban entrar. Lo último que alcanzó a escuchar fue un nítido "lárgate, maldita".
Pensar que tuvo una pequeña fortuna en su mano y que la perdió, me hace sentir bastante bien. No me refiero a la billetera y a los 142 dólares que llevaba -es que había que hacer un depósito-, que le hubieran ayudado a comprar las medicinas que su enferma madre necesitaba para salvarse. Por mí que se muera la vieja, qué me importa; me refiero a que, junto a mi billetera estaba también mi iPod... MI IPOD... ¿Qué hubiera pasado si la marrana pestilente hubiera salido airosa en su intento por robarme y, ya en la soledad de su húmeda guarida, llegado el momento de hacer un inventario de lo ilícitamente ganado, hubiera descubierto la mejor selección musical de la historia de la humanidad? ¿Se hubiera dado cuenta o lo hubiera dejado pasar como una mosca que ni se acerca a los diamantes por ir directo a la mierda? ¿Llegarían las notas del Artaud a provocarle sentimientos humanos, sufriría con la desaparición de las Arañas de Marte, dejaría que su grasa capilar se libere un poco al rockear con el Canción animal, desgarraría su voz para tratar de advertir a Robert Smith de las desdichas que le esperan en los ojos de esa mujer, comprendería que "yo te quise, te quise tanto, hasta se me hubo agotado mi amor por ti"? Lo más probable es que nada de nada.
Ahora, con la tranquilidad que brindan las horas pasadas, le deseo a ese aborto que vea morir a sus hijos de la forma más dolorosa posible, que no pueda ayudarlos, que sus miradas desgarradas de dolor se le graben en la memoria y que ella viva hasta los cien años, lúcida, sin olvidar ni un solo instante cómo sufrieron y cómo murieron. Bueno, todo lo anterior suponiendo que alguien sea lo suficientemente asqueroso para querer mantener contacto carnal con ella, todo un despojo humano. Quién sabe, talvez su incestuoso padre, acostumbrado ya al asco de haberle dado la vida, se ampare en el alcohol para concebir a su hijo-nieto con el vómito de la naturaleza que es ella.
Y después, ojalá ella arda por siempre en las pailas del infierno.
Ains... por primera vez que leo tus post, no siento muchas ganas de responder. Voy a dejar pasar unas horas para no responder algo inapropiado. Porque te quiero mucho.
ResponderBorrarQuiero aclarar que sí estoy muy contenta de que no hayas perdido tu billetera ni te hayan robado tu Ipod :)
ResponderBorrarNo me gusta la descripción y el trato de otros seres humanos. Eso me quedó dando vueltas y me dejó un sentimiento amargo.
Sabía que no te iba a gustar, pero bueno, gracias por comentar. Decidí hacer una demostración de odio e ira con lo único con lo que puedo contar: la palabra. Dudo que esa mujer sufra con mis maldiciones, pero bueno, al menos me desahogué.
BorrarBesos.
Es bueno desahogarse :) Lamento que hayas pasado ese mal rato. Te quiero mucho igual gatunito!! <3
BorrarAhhh eso si... cuando me asaltaron los caballeros esos... con 3 pistolas, lo unico que me dolio realmente es quedarme sin mi musica...
ResponderBorrarSin el aparato reproductor, sería más adecuado, porque la música es nuestra así nos asalten mil veces. Pero igual, muerte a los caballeros esos.
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