Engendros: 20 años después

El Búho, Pancho, Aliaga, Javi, Emo, Juanito, Rafa y yo. Única foto de todos juntos.

No me acuerdo la fecha exacta, pero debe haber sido por estos días, hace 20 años. Llegué a mi primera clase en la universidad (Álgebra, me acuerdo) con un jean, zapatos negros, gel en el pelo e ignorancia completa. Pero eso no es lo importante. Lo importante fue haber coincidido con un puñado de tipos maravillosos con quienes sigo compartiendo la vida hasta ahora, de una u otra forma: los Engendros (mi buena amiga María José nos bautizó así por allá por el 92 o 93, cuando conoció a dos de ellos y dijo “tus amigos son unos engendros” -y bueno, nunca nos hemos destacado por lo guapos que somos-). Ese día fue mi comienzo engendril, sin saberlo ni presentirlo, aunque la historia realmente había empezado un poco antes, con el Javi y el Miguel “el Búho” recibiendo clases en el San Gabriel, hasta que el avechucho se jaló un año. Fueron compañeros y amigos en el colegio, y su relación se fortaleció por lo que es uno de los leitmotivs que nos ha unido a todos: la música (el otro leitmotiv es el alcohol).

Cuando entré a Ingeniería sabía un poco menos sobre la vida de lo que sé ahora y tuve de compañeros al Búho y al Juanito. Cuando estaba en el preparatorio, el Javi y el Juan Pablo “Cabezuela” Aliaga (que se conocieron un año antes cuando ellos entraron a la U) me llevaron a tomar una cerveza por ser el hermano de mi hermana, que era compañera y buena amiga de ellos. Ahí los conocí y el círculo se empezó a cerrar. Los contactos y amistades mutuas me unieron a los cinco ya nombrados, además que el haberse jalado algunas materias puso a Aliaga de mi compañero casi permanente en clases -hasta que yo también me fui jalando algunas materias-.

El séptimo personaje apareció poco después, cuando estábamos en primer nivel. El Juanito empezó a trabajar de ayudante en el centro de cómputo de la facultad y ahí le conoció al Pancho, que también era ayudante. Una guitarra fue suficiente excusa para que el Pancho y el Juanito pasaran largas horas tocando temas. Y, claro, yo ahí de metido cantando, porque en ese tiempo no sabía todavía tocar la guitarra.

Nuestra interacción no se limitaba a las clases y al centro de cómputo. Con un par de guitarras nos metíamos en cualquier aula desocupada y armábamos conciertos larguísimos, con toda la energía de los 20 años. Además pasábamos mucho tiempo metidos en la Chop y en el “Barca”, bebiendo todo lo que nos entrara. Hay que decir que nuestros fieles auspiciantes en los años de Ingeniería fueron la inigualable Pílsener bien helada, el tradicional Trópico seco (los exquisitos y letales submarinos, producto de mezclar ambas bebidas) y casi cualquier basura alcohólica que se nos pusiera por delante.

Los dos miembros restantes aparecieron por lazos familiares. El Emo, por ser mi hermano, y el Rafa, por ser primo del Búho, se nos unieron y completaron el equipo. Hubiera sido buena idea ser un equipo de fútbol alguna vez, aunque, como todos hemos sido bastante inválidos para los deportes, habría sido un asedio terrible al arco del Emo. Capaz que hubiéramos empatado a ceros debido a nuestra incompetencia goleadora y a las grandes tapadas del Emo.

Y así han ido pasando los años y, aunque ya no nos vemos tanto -y con algunos casi nunca, unos se han ido casando, el Rafa se fue del país- seguimos ahí, juntos a la distancia, intercambiando cadenas de mails llenos de sandeces, reuniéndonos de vez en cuando, yendo a conciertos, guitarreadas, a jugar en la computadora o compartir piratería (siempre entre los que podemos).

No me quiero extender mucho contando historias que nadie entendería o que ya ni siquiera sabemos bien cómo fueron -como el “se ahuevan al tequila”, el Javi cuidando casas, el Juanito tratando de aplastar con una piedra a un enano desagradable, el Juan Pablo caminando hasta la Mitad del Mundo, el Miguel con su “tatuaje” de El cuervo, el Pancho con... tantas cosas-. Hemos compartido tantas risas que algunos no lo creerían, talvez demasiadas lágrimas y corazones rotos, los mejores temas escritos en la historia de la música y mucho alcohol. Estos 20 años han sido un deleite con los Engendros, y espero poder disfrutar igual los próximos 20.

Sólo quise aprovechar la fecha para rendirle un homenaje a estos tipos a los que amo y sin los que yo no estaría completo. ¡Salud por los Engendros!