García, Páez, Calamaro y Gieco aplauden a Spinetta, aquí o allá... |
El 16 de agosto del 2002 pude ver, por fin, a Spinetta en vivo. Tocó en el teatro de la Casa de la Cultura, un show poderoso con su trío de ese entonces -con el gigante Malosetti en bajo-. La gente le pedía Durazno sangrando y no la tocó, así como tampoco tocó Seguir viviendo sin tu amor. "No estamos en temporada de duraznos", dijo. No importó. Y no importó porque uno no tiene que pedirle nada a Spinetta. Él fue siempre de esos genios de carácter fuerte, un tipo al que se le tenía que complacer en lo que pidiera, y no porque haya sido un prepotente o se haya creído más grande que el resto, sino porque sabía la valía de su trabajo y, por eso mismo, pedía lo justo. Así la Sony tuvo que aceptar sus condiciones cuando publicó el primer disco de Spinetta y los Socios del Desierto, un rock del bueno, lleno de poder, del que sólo se hace en Argentina y que sólo él fue capaz de crear, un disco que se vendió más que bien, aunque por acá llegó demasiados años después. Por ser uno de los dioses del rock argentino se pudo dar el lujo de convocar a todos los integrantes de sus bandas de la vida y a un montón de tipos más, capos todos, en su show de aniversario al cumplir cuarenta años de carrera, en la cancha de Velez -donde la Liga obtuvo el paso a la final de la Sudamericana 2011, mientras los otros nos miraban por TV- ante 37000 personas, 37000 afortunados que no olvidarán esos momentos jamás. El Flaco no buscó lucirse esa noche porque no lo necesitaba. Nunca lo necesitó. Invitó a tantos amigos para que ellos se luzcan, para que ellos se paren al frente, toquen los solos, canten y se ganen las ovaciones. Él se quedó un pasito atrás, sobrio, desplegando al amplio arsenal de acordes complicados que hace de sus temas algo irrepetible, incopiable, inconfundible. Siempre con la sonrisa en la cara, disfrutando del momento, se subió para siempre al Olimpo del rock argentino.
Ayer murió y la noticia, como suele suceder en esos casos, golpeó fuerte. Como todos quienes gozamos de su música, he pasado las horas escuchando sus discos y recordando ese día, el del concierto al que fui con el Pancho. Fue algo absurdamente barato -costó siete dólares- y lo peor de todo es que me quedé con una entrada porque el Emo no alcanzó a ir. Fue tan bueno, un verdadero "recital", no uno de esos conciertos en los que uno salta como loco y rockea. Disfrutamos sentados la mayor parte del tiempo de ese talento, la solidez y potencia del trío, ese sonido y el derroche de virtuosismo. El teatro estaba a reventar y la gente aplaudió y aplaudió sin cansarse. Al final, un tipo se subió al escenario y le dio la mano a Spinetta antes de que lo llegaran a sacar, con inusitada suavidad y tino, los de seguridad.
Todavía estoy en deuda con Spinetta porque no le he dedicado toda la atención que su música se merece. Un tipo cuyas composiciones hacen alarde del genio y el talento lírico y musical que habitaban en él, siempre le exige al público un poco de dedicación. Debo confesar que algunos de sus temas me resultan difíciles porque sus capacidades le brindaban toda la libertad de hacerlos complicados, sin que eso signifique que lo hacía "a propósito". Era un genio que estaba varios pasos delante de todos nosotros. Lo que para nosotros puede resultar complicado, para él era lo normal, lo justo. Quién como él. Como dice García: si fuera un árbol, sería un Spinetta.
No hay mucho que uno pueda hacer en momentos como éste, mandar toda la buena energía a quienes lo aman más que yo. Tengo una amiga que debe estar de luto, la mayor amante de Spinetta que conozco y con quien pude conversar de la música del Flaco, con alguna cerveza que no llegó a estar de más, mientras Quito se estupidizaba en sus fiestas y sus chivas. Fuerza, que tenemos todavía su música para rato... un abrazo virtual a la distancia.
Tengo una pena mayor a la que hubiera creído que me embargaría en esta terrible ocasión. Lo peor de todo es que Cerati va a sentir un dolor mucho mayor que el mío cuando despierte -porque lo veremos volver-. Flaco, qué calor hará sin vos en verano...
Tengo una pena mayor a la que hubiera creído que me embargaría en esta terrible ocasión. Lo peor de todo es que Cerati va a sentir un dolor mucho mayor que el mío cuando despierte -porque lo veremos volver-. Flaco, qué calor hará sin vos en verano...
CEMENTERIO CLUB
Recordar las estrellas que hemos perdido y pensar, a suerte y verdad, nuestro porvenir...
Serú Girán
(Mientras miro las nuevas olas)
No es solo por la muerte del Flaco. Desde hace un tiempo el mundo ha visto reducida su población de estrellas de rock -de esas que forjaron el camino que hoy transitan, distraídos, quienes no hubieran podido hacerse una carrera en la música sin los ahora dinosaurios que nos han alimentado de música toda la vida-. Se nos vienen yendo tipos como George Harrison, Ray Charles, Robert Palmer, Johnny Cash, James Brown, Pappo, Laura Branigan, Oscar Moro, Syd Barrett, Eric Woolfson, Guille Martín, Richard Wright, la negra Sosa, Jeff Healey, Sandro o Ronnie James Dio. No se puede evitar un temblor al enterarse que Jon Lord y Tony Iommi tienen cáncer. El tiempo no perdona ni a quienes debieran ser eternos. Sólo sé que en el cielo debe ser Woodstock todos los días, todas las noches, y cada vez más talento se les suma, sin importar nuestro dolor.
Chau Luis Alberto, no queda más que el viento...
Qué buena la foto que pusiste al principio! Qué jóvenes se ven todos! Jóvenes y flacos... bueno, algunos siguieron flacos toda su vida (como tú por ejemplo :P), otros se consideran sexies y barrigones!
ResponderBorrarQué buena la frase de Charly, no la conocía.
Ains el cáncer y tantos otros males que se llevan a los músicos. Tendremos que mantenerlos vivos siempre en nuestros recuerdos.
Besos!
Gracias por comentarme siempre, eres mi más fiel (y creo que única) seguidora.
ResponderBorrarLa fase de Charly es de la letra de Dileando con un alma (que no puedo entender) del Rock and Roll yo.
La vida de excesos de muchos músicos les acorta su tiempo en el mundo terrenal, les facilita la llegada de enfermedades... pero terminan en el cielo del rock. Ojalá fueran eternos.
Un beso.
Vi tu comentario en el messengersucho y pues te leí, a los años Alejillo... a mi también me dio tristeza, no tanta porque de hecho creo que me he perdido mucho, demasiado tal vez, la música de este otro gran ídolo argentino. Ahora que lo pienso debería haber ido a ese concierto, así les haya dejado sin mi favorita (y como ahora) seguir viviendo sin su amor.
ResponderBorrarPd. Ya hasta me dio ganas de una biela...
Javi, nunca es tarde para recuperar el tiempo perdido y disfrutar de la música del Flaco. Es una asignatura pendiente que no se puede quedar así. Yo podría hacer que tu biblioteca de iTunes se vea incrementada con Almendra, Pescado Rabioso, Spinetta Jade, Invisible, Spinetta y los Socios del Desierto, Spinetta solo y demás. Ahí ya no tendrás excusas para no hacerte gran amigo de Spinetta.
ResponderBorrar¡Grande Flaco, que ves el cielo...!
Ayer murió Davy Jones, de The Monkees. Uno más que se va... que le vaya bien.
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