Foto de Paulina Simon T. |
Hace menos de una semana estuve liberando un poco de espacio de mi computadora y encontré esta foto entre algunas que me había regalado Monstrina. Manuel Calisto sosteniendo en su mano a un gatito blanco. Inmediatamente la separé y la puse en mi carpeta de "gente con gatos" y me puse a recordar la vez que lo invitamos a la casa, con el Álex, la Menina y otros más, y comimos, bebimos, fumaron y nos divertimos mucho. Hace un par de días, unos tipos se metieron a su casa y le pegaron dos balazos en la cabeza para robarle -no conozco la versión oficial, es sólo lo que he escuchado y leído en los medios, aunque igual manejan informaciones diferentes-. Qué estupidez, que forma maldita de perder la vida, un par de imbéciles que quieren tus cosas y por eso te matan. Nada que ver con esa línea suya en Cuando me toque a mí que decía "No hay mejor muerte que la ocasionada por las pasiones, por los deseos..."
El monólogo del Manuel en la película del Viqui terminaba con: "Lo único que hacemos es darnos golpecitos de pecho y decir 'Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, por eso ruego a Santa María Siempre virgen, a los ángeles y a los santos que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor'... 'Qué intercedáis'... Que intercedan. Siempre hay que tener conocidos. Hasta para entrar al cielo se necesitan palancas". Bueno, un tipo que sonreía tanto y con el que daba tanto gusto conversar seguro tiene los mejores contactos en el Cielo, por eso no hay que preocuparse.
Más allá de ser el protagonista de Cuando me toque a mí y ganador del premio al mejor actor en el festival de Biarritz en el 2006 (creo que fue el 2006), era un tipo que siempre sonreía, hacía chistes, estaba dispuesto a echar una mano y al que le quedé debiendo una cerveza una vez después de una charla en la Salesiana.
Cuando algo así le pasa a alguien relativamente cercano a uno, es inevitable ponerse a pensar si ya se habrá cargado la bala que tiene mi nombre y si ya se acerca mi turno... cuando me toque a mí.